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Fiesta anual 2010

15 - 16 de Mayo

Crónica

Los días 15 y 16 de mayo el grupo de Figueras recibió la visita de nuestra Presidenta y de nuestra Secretaría, Mª Soledad y Hortensia Cosmen, acompañadas por D. Juan Bautista Granda, nuestro nuevo Consiliario.
El Sábado llegaron a Figueras donde esperaban Adela y Ana María y poco después se encontraban con la mayor parte del grupo en el Cor de María. Fue una tarde de trabajo. Tras los saludos y presentaciones, las charlas de Mª Soledad y D. Juan Bautistas y un rato para el diálogo. Concluyendo con la celebración de la Eucaristía en la capilla del Colegio.

Mª Soledad habló de Domus Mariae como familia. La Casa de María no era otra cosa sino una familia por eso tenemos que llevar a Domus Mariae el estilo propio de la Familia cristiana, mirando a la Familia de Nazaret. Si como personas nos incorporamos a la Iglesia por el sacramento del Bautismo y como familia, por el sacramento del Matrimonio, cada miembro de Domus Mariae, nos integramos en la Asociación a través de la Ceremonia de Ingreso que, aunque no es un sacramento, si es un momento de Gracia. Y Domus Mariae como familia, se integra en la Iglesia gracias al reconocimiento oficial que se hizo de ella, por el Arzobispado de Madrid, al aprobarla como Asociación Pública de Fieles.

La familia es comunidad de vida y amor. Su esencia y su cometido son definidos por el amor. También en Domus Mariae como familia la esencia y el cometido tienen que ser definidos por el amor
Dios nos ha llamado a la existencia por amor y nos ha llamado al amor. Esta realidad, a la que no podemos acostumbrarnos, ha de suscitar asombro, porque Dios no nos necesita, pero nos ama. Es por esencia el amor, y por ello, comparte con nosotros su esencia, nos comunica su vida: su amor; y nos llama a su mismo ser: el amor.
Como el amor conyugal no se agota en la entrega mutua de los esposos, en Domus Mariae, el amor entre los miembros ha de hacer brotar nuevas vidas para Domus Mariae. Las primeras comunidades cristianas crecieron por que los pagamos se admiraban: “¡Mirad, como se aman!”.

Como hay una primera llamada al matrimonio y otras muchas en el matrimonio, también en Domus Mariae hay una primera, que sería el Ingreso y luego otras llamadas que surgen de la vida misma. La respuesta ha de ser un “Sí”, como el de María, nuestro modelo. Un “sí” al amor y un “sí” al plan de Dios. Para dar ese “Sí” es preciso que acojamos el amor que nos brinda Dios, pues, sin esa acogida, es imposible responder al amor.
Domus Mariae, como familia, ha de participar en la vida y misión de la Iglesia al estilo de la familia cristiana:

La misión profética se realiza acogiendo en la fe y anunciando la Palabra de Dios. Es respuesta a la llamada de Dios por amor y al amor con un Sí, al estilo de María. El ejemplo que suscita esa respuesta es el mejor modo de evangelizar pero junto a ello es necesaria la proclamación verbal, compartiendo el Evangelio que leemos cada día. Esta actividad evangelizadora ha de ser hacia dentro, en la familia, en Domus Mariae, y hacia fuera, no podemos quedarnos cómodamente en nuestros grupos, tenemos que hacer a otros partícipes de ellos.

La Misión sacerdotal se realiza haciendo de la familia comunidad en diálogo con Dios. Todos los bautizados y, por lo tanto, el matrimonio y la familia y también Domus Mariae estamos llamados a la santidad. Como en el Bautismo y el sacramento del matrimonio recibimos la Gracia para esa vida de santidad, en Domus Mariae, en cuanto asociación bendecida por la Iglesia, también el Señor derrama Gracias particulares. El diálogo entre la Gracia de Dios y la correspondencia humana se lleva a cabo en los sacramentos y de modo particular en la Eucaristía y la Penitencia, en la ofrenda de la propia vida y en la plegaria, que también debe ser hecha en común.
La Misión real la ejerce la familia siendo comunidad al servicio del hombre. Domus Mariae, como familia y animada, sostenida por el Mandamiento nuevo del amor, acogiendo, meditando y encarnando en la vida cotidiana la Palabra de Dios, esencia de nuestra espiritualidad. Para que este servicio al hombre sea vivido con estilo evangélico es necesario ver en el prójimo la imagen de Dios.
Las Casas de Maria, como familia, estamos llamadas a ser signo luminoso del amor de Cristo, con el ejemplo y la palabra; a irradiar la alegría del amor y la certeza de la esperanza; a hacer nuestro el mensaje de que es deudora la Iglesia: ¡El hombre es amado por Dios! Tenemos que ser verdaderos misioneros de la familia, del amor y de la vida.

D. Juan Bautista, para que pudiésemos “respirar” un rato tras la intensa charla que acabábamos de escuchar, nos invitó al dialogo, creando un clima de familiaridad al compartir la procedencia geográfica de los presentes, siendo mayoría abrumadora los andaluces y, en número importante, concretamente de Jaén, tierra de D. Juan Bautista.
Luego, evocando a S. Isidro, patrono de Madrid, nos invitó a imitar su ejemplo de trabajo material y también espiritual que lleva a dar frutos de vida. Por eso hemos de cultivar la vida espiritual, lo que supone trabajo, esfuerzo que hemos de afrontar sin desalentarnos, porque es lento. Pero hemos de preguntarnos cuanto tiempo dedicamos al Señor, porque a lo mejor no damos frutos porque no cultivamos la vida espiritual. Siempre con la certeza de que nuestros esfuerzos darán fruto si estamos unidos a Dios. El hombre es cuerpo y alma y el espíritu tiene que iluminar el cuerpo.
El ejemplo de los santos nos debe ayudar a vivir conforme al fin para que hemos sido creados: Servir y alabar a Dios. Nuestra fe en la vida eterna nos anima a vivir trabajando y luchando en quitar lo que nos estorba para ello, es la razón de la ascesis cristiana que no es un fardo absurdo sino un medio para alcanzar un fin mayor.

Tenemos que mirar a María, que conservaba todas las cosas de Jesucristo su Hijo en el corazón, escuchaba y lo hacía vida. La fe es comunión de vida: Jesucristo vive para hacer la voluntad del Padre en íntima unión con Él: “El Padre y yo somos uno”, “Yo vivo por el Padre”. Esa comunión de amor también la vivió María: “Hágase en mí según tu Palabra”. Así viviremos la vida de Dios en la que estamos injertados porque hemos sido creados a su imagen.
Pero ¿Cómo llego yo a Dios? Jesucristo es quien nos lo muestra: “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre?”. Y, como dice S. Juan de la Cruz: “Todo nos lo habló junto en esta Palabra y ya no tiene más que hablar”. Hay otros caminos que nos llevan hacia Dios, la creación, la naturaleza, la perfección... En todo momento hemos de estar atentos a la voluntad de Dios, sin querer estar por encima de Dios o vivir al margen de Dios, como Jesús nos enseña: “El que me ama cumple mis mandamientos... y el Padre le amará y vendremos a Él y haremos morada en Él”.

El Domingo, fue la Eucaristía, con el ingreso de un nuevo miembro, el centro de la jornada, seguido de la comida que, como siempre concluyó con una familiar tertulia.
A continuación nos desplazamos para visitar a María Campos en la residencia donde vive desde hace unos meses, lo que, a pesar de esperarnos, le llenó de alegría y emoción. Allí compartimos un rato muy feliz con ella y con la Hermana Visitación, que también se encuentra en la Residencia.

Después, en una muestra más de la hospitalidad de este grupo, la Directora local y tres matrimonios organizaron para los visitantes un recorrido turístico, dirigido por Virginia –la Tesorera-Secretaria. Primero al Monasterio de Clarisas, a pocos kilómetros de Figueras, donde había estado D. Juan Bautista con otros compañeros algunos meses atrás; luego a Ampuria Brava, recorriendo las calles que cruzan sus vistosos canales, y acercándonos a la playa para ver el mar de cerca, tras tomar un refresco. Por último a Rosas, disfrutando, ya al anochecer, de un paseo por el puerto.

Dos jornadas fecundas que al grupo y a los visitantes les inyectaron nueva fuerza e ilusión para seguir construyendo Casas de María.