Magisterio

Palabras de Benedicto XVI al encuentro de las familias en Madrid, al rezar el Ángelus en el Día de la Sagrada Familia, 30 de diciembre de 2007

[En italiano]
Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Siguiendo la narración de los Evangelios de Mateo y de Lucas, detenemos la mirada en Jesús, María y José, y adoramos el misterio de un Dios que quiso nacer de una mujer, la Virgen santa, y entrar en este mundo por el camino común a todos los hombres. De este modo, santificó la realidad de la familia, llenándola con la gracia divina y revelando plenamente su vocación y misión.
El Concilio Vaticano II prestó gran atención a la familia. Los cónyuges, afirma, son entre sí y sus hijos testigos de la fe y del amor de Cristo (Cf. Lumen gentium, 35). La familia cristiana participa de este modo en la vocación profética de la Iglesia: con su manera de vivir «proclama muy alto tanto las presentes virtudes del Reino de Dios como la esperanza de la vida bienaventurada» (ibídem).
Como repitió después sin cansarse mi venerado predecesor, Juan Pablo II, el bien de la persona y de la sociedad está íntimamente ligado a la «buena salud» de la familia (Cf. Gaudium et spes, 47). Por este motivo, son palabras del Concilio, la Iglesia está comprometida en la defensa y promoción de «la intrínseca dignidad del estado matrimonial y el valor eximio» del matrimonio y de la familia (ibídem). Con esta finalidad se está celebrando precisamente hoy una importante iniciativa en Madrid. A sus participantes me dirijo ahora en español.
[En español]
Saludo a los participantes en el encuentro de las familias que se está llevando a cabo en este domingo en Madrid, así como a los señores cardenales, obispos y sacerdotes que los acompañan.
Al contemplar el misterio del Hijo de Dios que vino al mundo rodeado del afecto de María y de José, invito a las familias cristianas a experimentar la presencia amorosa del Señor en sus vidas. Asimismo, les aliento a que, inspirándose en el amor de Cristo por los hombres, den testimonio ante el mundo de la belleza del amor humano, del matrimonio y la familia. Ésta, fundada en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, constituye el ámbito privilegiado en el que la vida humana es acogida y protegida, desde su inicio hasta su fin natural.
Por eso, los padres tienen el derecho y la obligación fundamental de educar a sus hijos, en la fe y en los valores que dignifican la existencia humana. Vale la pena trabajar por la familia y el matrimonio porque vale la pena trabajar por el ser humano, el ser más precioso creado por Dios.
Me dirijo de modo especial a los niños, para que quieran y recen por sus padres y hermanos; a los jóvenes, para que estimulados por el amor de sus padres, sigan con generosidad su propia vocación matrimonial, sacerdotal o religiosa; a los ancianos y enfermos, para que encuentren la ayuda y comprensión necesarias. Y vosotros, queridos esposos, contad siempre con la gracia de Dios, para que vuestro amor sea cada vez más fecundo y fiel. En las manos de María, «que con su "sí" abrió la puerta de nuestro mundo a Dios» (encíclica Spe Salvi, 49), pongo los frutos de esta celebración. Muchas gracias y felices fiestas.
[En italiano]
Nos dirigimos ahora a la Virgen santa, rezando por el bien de la familia y por todas las familias del mundo.
[Al final del Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español dijo:]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que se han unido a la oración mariana del Ángelus. En esta Fiesta de la Sagrada Familia, invito a todos a imitar la entrañable convivencia, llena de amor y respeto, que caracteriza el hogar de Nazaret donde creció Jesús, y que es fuente de gozo, esperanza y paz para toda la humanidad. Feliz domingo.