La Biblia

4.- Antiguo Testamento

4.3. Contenido de los libros

Todos los libros del Antiguo Testamento giran en torno a una idea central: la conciencia que tiene Israel de haber sido elegido por Yahveh y ser su pueblo, haber hecho una alianza con él y haber recibido una tierra. Esta idea era corriente entre los pueblos del Oriente Medio Antiguo, donde cada pueblo tenía sus dioses, pero Israel mantiene esa conciencia de ser el pueblo elegido por Dios cuando en su evolución del concepto de Dios llega a conocer la existencia de un Dios único de todos los pueblos y de todos los hombres.

4.3.1. Pentateuco

Estos cinco libros (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) constituyen el núcleo central de la fe de Israel que los considera el gran don de Yahveh al pueblo con el que ha hecho alianza: La Torá (enseñanza, instrucción, ley) contiene los acontecimientos que marcan la acción de Yahveh en la historia de Israel desde la creación del mundo hasta la liberación de Egipto y el Éxodo así como las leyes propiamente dichas, recogidas en el decálogo y otros códigos, pero sobre todo las enseñanzas y normas dadas por Yahve a favor de su pueblo que han de transmitir los padres a los hijos como orientadoras de su conducta y que se fundan en los acontecimientos a través de los cuales se revela.

4.3.2. Libros históricos 

Los libros llamados históricos por la división católica tradicional agrupan los que la Biblia hebrea denomina profetas anteriores (Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes) y algunos de los que se incluyen entre los Escritos (Esdras, Nehenmías, 1-2 Crónicas, Rut y Ester), además de otros no admitidos por el canon hebreo (Tobías, Judit, 1-2 Macabeos).

Teniendo en cuenta, como ya se ha dicho, que el concepto de historia en la Biblia es diferente de lo que nosotros entendemos como tal, de estos libros unos cuentan la historia de Israel, siempre desde una perspectiva y con una finalidad religiosa, pero otros (Rut, Ester, Tobías, Judit y 2 Macabeos) son narraciones noveladas que tienen la finalidad de enseñar mediante el ejemplo de personajes fieles a Yahaveh en épocas históricas anteriores cuya situación es similar al tiempo en que se escribe el libro.

En los libros llamados por los judíos “profetas anteriores” encontramos una explicación teológica de su pasado: Yahveh ha ido actuando en su historia, respondiendo con advertencias y castigos a las continuas infidelidades del pueblo, y así ven en la destrucción de Israel y en la desaparición del Reino de Judá con el exilio, el castigo a la infidelidad y la ruptura de la Alianza.

Josué, Jueces, Samuel (1-2) y Reyes (1-2) narran los hechos ocurridos después de la muerte de Moisés, es decir, desde su penetración en Canaán, hasta la desaparición como estado (s. VI aC.). Más en ningún caso son una historia lineal, pues en ellos encontramos relatos que refiriéndose a los mismos hechos son diferentes. Así, el libro de Josué es un relato épico que describe la penetración y el asentamiento en Canaán como una conquista rápida y triunfal de todo el país, y el libro de los Jueces, a continuación, describe una situación diferente: Las tribus que penetraron en Canaán sólo habrían logrado asentarse en las montañas y desde ellas, cuando surgía una caudillo, un jefe carismático suscitado por Yahveh, asaltan y conquistan las ciudades fortificadas cananeas o se defienden del ataque que otros pueblos.

Los libros de Samuel y de los Reyes (los judíos agrupan los cuatro y los denominan “libros de los reinos”) contienen la historia del Reino desde sus preliminares con la figura de Samuel, puente entre los jueces y los reyes, la construcción del Reino por David, con quien alcanza su mayor importancia y a quien sucede su hijo Salomón; la división del Reino a la muerte de éste y la historia de ambos reinos que para el del Norte o Israel acaba cuando es conquistado y destruido por los asirios (721 aC.) desapareciendo las tribus que lo formaban, y para Judá, con la deportación a Babilonia (586 aC.). La tribu de Judá regresará del exilio, pero ya nunca volverá a ser un reino independiente.

Esdras y Nehemías junto con los dos libros de las Crónicas, que pudieron formar una sola obra originariamente, nos ofrecen una nueva visión teológica que pretende abarcar la historia de la humanidad desde Adán hasta la reconstrucción de Israel tras el Exilio.

El cronista, nombre empleado para denominar al autor de estos cuatro libros, ve la Historia totalmente dirigida por Dios a quien atribuye toda clase de acciones milagrosas. Los hombres son instrumentos suyos y apenas intervienen en el desarrollo de los acontecimientos si no es por la oración y la liturgia. Debido a esta visión da poca importancia a la exactitud de los hechos y así exagera cifras y se fija poco en el orden cronológico. Sus ideas fundamentales son las legitimación de la dinastía de David, cuya restauración futura espera, y la restauración del tempo como lugar de culto único donde ha de reunirse, como heredera de Israel, la comunidad postexílica para vivir en fidelidad a la Torá.

Esdras y Nehemías relatan el retorno del Exilio y la configuración de Israel como comunidad de fe en torno a la reconstrucción del Templo.

Los libros de las Crónicas son una reflexión de la comunidad asentada en Israel cuando el exilio ya está lejos y las esperanzas de los profetas no se han cumplido, pues Judá no ha sido restablecido como Reino sino que es un reducido territorio sin importancia dentro de una satrapía Persa. Esta reflexión gira sobre su historia pero acomodando las fuentes a su visión teológica por lo que los hechos, ya recogidos en otros libros anteriores, son narrados muchas veces de forma diferente y se presenta también de manera distinta a sus protagonistas.

De los restantes libros de este apartado, sólo el libro I de los Macabeos tiene el carácter de histórico, siempre en el sentido ya dicho, y sigue su estilo narrativo. Presenta —intentando hacer un relato objetivo y realista, aunque contiene algunas exageraciones en números y victorias— una visión histórico teológica de los hechos sucedidos a partir de la persecución de Antioco IV Epífanes que da lugar a la rebelión de Matatías y sus hijos, hasta la muerte del último de los Macabeos. También alude a lo sucedido en tiempo de Juan Hircano, que es algo posterior. Antioco IV Epífanes quiere impulsar la helenización de su reino imponiendo en todo el territorio incluso la religión helénica. Algunos judíos siguen la iniciativa renunciando a su religión y tradiciones, acción fuertemente censurada por el autor. Frente a ellos se levanta Matatías y sus hijos comenzando una guerra santa, consiguiendo progresivamente la independencia religiosa y política de Israel. Dios actúa en la Historia y ha querido liberar a Israel por medio del valor de los Macabeos. Su acción humana y no los hechos milagrosos sirven al plan providente de Dios.

Rut, Ester y Tobías, son narraciones noveladas con finalidad didáctica de edificación.

Rut narra el destino de dos mujeres que se mantienen fieles a Dios tanto en el sufrimiento y la desgracia como en la prosperidad y la alegría. La historia se sitúa en el tiempo de los jueces y posiblemente está basada en una tradición popular antigua acerca del origen moabita del Rey David en cuya ascendencia se encuentra Rut.

Ester es una mujer judía que alcanza el favor real en la corte persa en el tiempo del exilio, circunstancia que aprovecha para interceder a favor de su pueblo.

Tanto Rut como Ester forman parte de los Cinco Rollos de la liturgia judía de las grandes fiestas. Rut se lee en la fiesta de Sabuot (Semanas) por la recolección del trigo. Ester en la fiesta de Purim, que posiblemente pasó al calendario judío tomada de las costumbres mesopotámicas y quizá este libro pretenda explicar su origen.

Tobías cuanta la historia de Tobit, un judío piadoso que vivió en Nínive en tiempo de la deportación y al quedar ciego cae en desgracia. Su pariente Ragüel tiene una hija, Sara, cuyos sucesivos maridos han muerto la misma noche de bodas. Tanto Tobit como Sara han rogado a Dios verse libres de sus angustias. Dios escucha las oraciones de ambos y envía a su ángel Rafael para conducir a Tobías, hijo de Tobit, a casa de Ragüel y desposarlo con Sara, indicándole además el remedio para curar la ceguera de su padre. Este libro destinado al judaísmo de la Diáspora quiere enseñar que la observancia de la Ley y la caridad con los conciudadanos no pueden conducir al fracaso; la desgracia sólo es una situación transitoria que cederá el paso a la prosperidad.

El libro de Judit es una historia corta de exaltación patriótica y religiosa. Aunque habla del reinado de Nabucodonosor y da otros datos históricos o geográficos, no pretende enseñar un hecho de la historia de Israel sino el sentido general de la Historia: el orgullo del poder político que quiere ponerse en lugar de Dios ha de ser confundido por el débil, instrumento de Dios para confundir al fuerte. En este caso, como en tiempos antiguos lo fue Moisés, ese instrumento es Judit, que además de su belleza y valor personal es fiel observante de la Ley. Esta obra está dirigida a un pueblo que pasa por momentos de opresión, posiblemente los años que siguen a la revuelta Macabea en la mitad del S. II aC., y proclama por una parte la liberación del pueblo por Dios que se muestra celoso por la justicia y la causas del débil y por otra, el poder absoluto del Dios de Israel sobre los poderosos de la tierra. Enseña también que el culmen de la piedad está en la observancia de la Ley, que las pruebas de Israel son consecuencia del pecado y la salvación viene por la confianza en Dios.

El libro II de los Macabeos es también una instrucción religiosa, apologética y moralizante, independiente del Primero, aunque ambos puedan usar algunas fuentes comunes. Por ello aunque habla de la rebelión de los Macabeos, la rigurosidad de los hechos narrados queda en segundo plano. Su intención principal es la exaltación del Templo, promover la fidelidad a la Ley y la confianza en la acción providente de Dios creador y todopoderoso que acude en auxilio de su pueblo, castigando duramente a los impíos en esta vida mientras hará resucitar a los justos del pueblo. Su finalidad es consolidar la comunidad litúrgica entre los judíos de la diáspora y los de Israel, avivando la conciencia de ser el pueblo elegido por Dios que es quien dirige la Historia.

4.3.3. Libros Proféticos

La división católica tradicional de la Biblia agrupa como libros proféticos los que la Biblia hebrea llama Profetas (Nebiin) Posteriores (Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miquéas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías) así como Baruc, no admitido en el canon hebreo, Lamentaciones y Daniel, que en la Biblia hebrea se encuentran entre los Escritos. Daniel no fue un profeta histórico. Es un libro de carácter apocalíptico surgido en tiempo de la persecución de Antioco IV Epífanes para alentar al pueblo a permanecer fieles a Yahveh. Tampoco Jonás es un profeta histórico, aunque en los dos cánones se incluye entre los profetas. Se trata de un escrito de un autor con miras universalistas que quiere hacer ver que el Dios de Israel lo es también de los demás pueblos, incluso de sus enemigos.

Para comprender el contenido de estos libros hay que tener en cuenta:

Profeta, procede de la palabra griega “profetes” que significa “locutor”, el que dice lo que la divinidad le ha inspirado, y traduce el término hebreo “nabí” que viene a significar anunciar o comunicar, como otras palabras similares sirias o árabes.

El profetismo no es un fenómeno exclusivo de Israel, es algo corriente en todo el Oriente Medio y mucho más antiguo en culturas como Egipto, Mesopotamia, etc., aunque existen diferencias tanto en sus formas externas de actuar como en el fondo y el contenido de sus mensajes que son más elevados en los profetas bíblicos.

3 º El concepto de profeta evoluciona en Israel. En la Biblia se llama profeta también a las grandes figuras de su Historia: Abraham (Gn 20,7) , Moisés (Dt 18,15; 34,19), Aarón (Ex 7,1) incluso a Miriam, la hermana de Moisés, (Ex 15,20) o los Ancianos de Israel (Nm 11,24-29).

Pero el profetismo bíblico tiene sus orígenes en la época de los jueces, asociado a diversas formas de adivinación (Ju 9,37; II Sam 5,24) mencionándose profetas antes de Samuel (Ju 4,4; 6,8; I Sam 2,27-36; 3,1; 9,9) a quien se le llama profeta (I Sam 3,19-21) hombre de Dios y vidente (I Sam 9,6-13). En tiempo de Samuel aparecen las comunidades de profetas cuya forma de actuar a través de trances, danzas rítmicas, gritos, etc. (I Sam 10,5-6; 19,20-24) era similar a la de los videntes de los pueblos vecinos. Con frecuencia se les tenía por locos y eran objeto de burla ( 2 Reyes 9,1-11).

Las primeras grandes figuras del profetismo bíblico son Elías y Eliseo, en el siglo IX aC. Y bajo el influjo del Yahvismo, a partir del siglo VIII aC aparecen los grandes profetas conocidos por los libros de la Biblia que llevan sus nombres. Aunque junto a estos grandes profetas individuales existen los profetas profesionales vinculados al santuario real y los profetas áulicos, como Natan y Gad, que actúan como consejeros de los gobernantes.

El profeta bíblico es un hombre llamado por Dios para la misión de combatir las infidelidades y guiar al pueblo de Israel en fidelidad a su fe y a la alianza que sellaron con su Dios, Yahveh.

El profeta bíblico no es un mago, ni un adivino, astrólogo o interprete de horóscopos; tampoco actúa conforme a rituales, trances, etc., como era corriente en los profetas de los pueblos vecinos. La magia y adivinación de este tipo están expresamente prohibidas en el Deuteronomio (Dt 18,10-14)

El profeta bíblico es un carismático, un inspirado elegido por Dios. Muchas veces enfrentado a los profetas cultícos y asociados a las corte. No actúan como miembros de una clase o como profesionales, sino como consecuencia de una llamada de Yahveh que les hace sentirse representantes suyos encargados de transmitir al pueblo un mensaje de conversión y de liberación, así como de denuncia de los pecados del pueblo y de sus dirigentes. Habla al pueblo en lugar de Dios y sólo dice lo que Dios le ordena, es Dios quien pone las palabras en su boca (Dt 18,15-18)

La misión del profeta bíblico no es predecir el futuro, sino transmitir las palabras de Yahveh hablando en su nombre, no las ideas o juicios del propio profeta, de ahí las expresiones “Oráculo de Yahveh” , “Así habla Yavheh”, aunque expresiones similares pueden encontrarse en la profecía de pueblos extrabíblicos.

Los libros proféticos contienen los oráculos de estos grandes profetas individuales cuyas palabras son coleccionadas y consideradas sagradas en el periodo postexílico, durante el cual los profetas profesionales prácticamente desaparecieron pues el pueblo, por influjo de la teología deuteronomista, comenzó durante el exilio a comprender que los grandes profetas carismáticos tenían razón y que los profesionales estaban equivocados.

Los grandes profetas tenían conciencia de haber sido llamados para esta misión por Dios y en ocasiones encontramos en sus libros el relato de su vocación (Am 7,12-15; 3,8; Is 6,1-13; Jr 1,4-10; Ez 1,1-25; 2,1ss; 3,1ss) a la que con frecuencia en principio se resisten. Reciben el mensaje que han de transmitir por revelación de Dios, a veces en sueños o a través de visiones de diversos tipos. Se expresan a través de la palabra pero también, en algunos casos, por medio de gestos simbólicos que explican de manera plástica su predicación.

Todo esto lo encontramos en sus libros, cuyo contenido es diverso pero siempre está vinculado a los acontecimientos que se están viviendo. También es característica común su llamada a la búsqueda sincera de Yahveh por medio de la práctica de la justicia individual y colectiva, así como la denuncia de los pecados del pueblo y de sus dirigentes, la injusticia social y la opresión del pueblo por los poderosos. Por medio de sus oráculos luchan contra toda clase de idolatría, contra la falsa piedad y la ostentación religiosa, contra el culto exterior vacío y el servilismo político de la clase sacerdotal. Todo lo decisivo para la existencia del pueblo de Israel lo esperan de una irrupción futura de Dios en “el día de Yahveh”, que es interpretado de forma diversa según los distintos autores.

En estos libros, que constituyen la máxima contribución a la purificación de la religión de Israel liberándola del ritualismo y del nacionalismo, se reconoce al Dios de Israel también como el Dios de las naciones cuyos destinos dirige.

4.3.4. Libros Poéticos y Sapienciales 

Los libros poéticos y sapienciales de la división católica (Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés o Qohelet, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico o Siracida) figuran en el canon hebreo entre los Escritos (Ketubim) excepto Sabiduría y Eclesiástico, no admitidos por dicho canon.

De estos libros son propiamente sapienciales: Job, Proverbios, Eclesiastés, Sabiduría y Eclesiástico mientras que los Salmos y el Cantar de los Cantares son literatura poética.

4.3.4.1. Libros sapienciales

La literatura sapiencial existe en todo el Oriente Medio antiguo y de las grandes culturas de este área geográfica bebe la literatura sapiencial de Israel, que nace para salir al paso de la inevitable influencia religiosa y cultural pagana sobre los judíos, especialmente los que viven en la diáspora. También en los libros más tardíos influye la cultura helenista que muchos judíos asumen e incluso abren escuelas y entran en contacto con los filósofos griegos y utilizan sus recursos. Esta influencia es clara en el Eclesiastés y también en Sabiduría y Eclesiástico que nacen en el ambiente helenista de la diáspora de Egipto y son escritos en griego, por lo que no son admitidos por el canon hebreo, aunque se encuentran en la versión griega de la Biblia que es la que pasó al Cristianismo. Todos estos libros insisten en la fe Yahvista y hacen ver la superioridad de esta fe sobre las religiones y cultos paganos. Fueron escritos durante la dominación persa y griega entre los siglos V y II aC.

La Sabiduría en la cultura del Oriente Medio antiguo, de la que participa Israel, no es un conocimiento de cosas o verdades, es una actitud práctica ante la vida para poder llegar a ser feliz y se desarrolla por la educación, el conocimiento de la tradición y la experiencia. Afecta a todas las actividades de la vida humana e intenta dar al hombre los medios que necesita para acomodarse al orden del universo y solucionar los problemas que la vida le va presentando. La sabiduría se resumía en máximas o dichos fáciles de retener.

Los sabios son figuras que en Israel como en otras culturas antiguas tenían entidad propia, como la tenía los profetas o los sacerdotes. Pero los sabios no consideran haber recibido la sabiduría por una revelación, como los profetas sus oráculos.

La sabiduría es un atributo de los dioses y por supuesto de Yahveh, el Dios de Israel.

La sabiduría de Israel hunde sus raíces en este vasto movimiento sapiencial que desde el segundo milenio antes de Cristo floreció en los pueblos del Oriente Medio Antiguo. No forma un conjunto estructurado de doctrinas, un sistema, como tampoco lo forma la literatura sapiencial de los pueblos limítrofes.

En Israel hay una sabiduría culta y cortesana y otra popular.

La sabiduría popular, nacida del pueblo, existió antes y después del exilio. Los principios de la sabiduría popular fueron transmitidos en la familia y los clanes para el adiestramiento de los hijos.

La sabiduría oficial y cortesana nace en el palacio del rey. Es la sabiduría en sentido más estricto que se practicó desde el reinado de Salomón en la corte siguiendo el modelo de Egipto, el país de la “sabiduría” por excelencia, y desaparece con la monarquía tras la conquista de Jerusalén y deportación a Babilonia.

Antes del exilio no parece que los sabios tuvieran audiencia fuera de los círculos cortesanos. En la época preexilica los verdaderos maestros del pueblo son los profetas. Tras el Exilio, a partir del siglo V, han cesado los oráculos de los profetas y aparecen los sabios que vinieron a ocupar el puesto de los profetas como guías en la educación del pueblo. Los sabios del postexilio han comprendido que el principio de la sabiduría es el temor de Yahaveh (Prov 1,7).

La sabiduría en Israel evoluciona. Los primeros sabios de Israel compusieron enigmas (Jueces 14,14), parábolas (2 Sam 12,1-6) y proverbios (Ez 18,2). En las colecciones más antiguas se encuentran sentencias contradictorias, paradojas y formas de admiración o simplemente contemplación de la realidad enigmática en sí misma.

Más tarde hicieron de la búsqueda de la sabiduría la principal ocupación de su existencia y reflexionaron desde el punto de vista religioso sobre casi todos los aspectos de la existencia. De la generalización de esa reflexión nacieron las colecciones de dichos de los sabios. El libro de los Proverbios incorpora gran parte de esa sabiduría tradicional de Israel. Este movimiento da lugar a una clase separada de maestros sapienciales o sabios que probablemente ya desde el s. VIII aC actúan junto a los profetas y sacerdotes (Jr 18,18).

Después del exilio la instrucción sapiencial se convierte cada vez más en centro de interés de grupos más extensos. Se produce la nacionalización de la sabiduría universal del Oriente Medio Antiguo haciéndola propiedad común de todo Israel, pues pierde conexión con una clase determinada convirtiéndose en elemento decisivo de la vida humana. Y se va asimilando cada vez más al yahvismo, hasta dejar de ser un compendio de sabiduría experimental para convertirse en un cuerpo de instrucción ético religiosa, en sabiduría teológica identificada con la Ley y el temor de Dios, principio de la sabiduría (Eclesiástico 1,14). En la sabiduría de Israel el elemento religioso tiene gran preponderancia, pues, aunque también para el sabio de Israel su ideal es la búsqueda de la sabiduría y su misión es instruir por medios racionalistas, conoce el precepto de Yahveh e inserta la sabiduría en su fe yahvista viendo bajo otra luz la realidad, lo cual diferencia la sabiduría de Israel de las otras sabidurías del Oriente Medio,

La literatura sapiencial escrita aparece en Israel después del exilio de Babilonia, en el siglo V aC, bajo el dominio persa. Sabiduría y Eclesiástico continúan y exaltan la sabiduría tradicional de Israel en el contexto de los judíos de la diáspora helenista que luchan por mantenerse fieles a la fe de sus padres en medio de una cultura con planteamientos totalmente distintos de los suyos.

En la Biblia la sabiduría se atribuye a Salomón, que figura como autor de algunos de estos libros (Prov 1,1, Eclesiastés 1,1), más esto es un recurso literario propio del mundo de los “sabios”.

4.3.4.2. Libros poéticos

El libro de los salmos es la mayor colección de poesía lírica de Israel antiguo, aunque no son la única literatura poética, pues otros libros contienen poesía lírica y épica.

En los salmos encontramos himnos de entronización, himnos en honor de Sión y su templo, cantos de peregrinación, lamentos y cantos de acción de gracias, cantos reales y poesía de carácter didáctico y sapiencial.

Muchos salmos están ligados al culto pero hay otros que reflejan expresiones religiosas al margen de éste.

Los temas fundamentales son Jerusalén y su templo, donde habita Yahve, así como la Ley, cuya observancia o no distingue al justo del impío. Sus ideas centrales son el dominio absoluto de Yahveh y la confianza en Él.

También en los otros pueblos del Oriente Medio Antiguo son frecuentes los himnos a los dioses o a los reyes o a los templos, así como poemas penitenciales, lamentos etc. en los cuales se encuentran paralelos a algunos salmos (por ejemplo, el salmo 104 y el himno de Amenofis IV de Egipto).

El otro libro poético del Antiguo Testamento es el Cantar de los Cantares. Son cantos de amor en un principio independientes que hablan amor humano en todas su facetas y en el que se emplean diversas figuras literarias para referirse a los enamorados. La interpretación alegórica y mística hecha tanto por judíos como por cristianos es muy posterior.