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Temas para la reflexión

En esta noche última queremos decirte nuestra gratitud porque has venido a nosotros, nos has mirado y nos has llamado. Un fin de año es como un compendio de la vida; en éste la sentimos presente en nuestras manos, con sus recuerdos de ayer, con sus vibraciones de hoy, con sus sueños del mañana. En cada uno de sus momentos oímos tu llamada y sentimos el calor de tu amistad. A veces, tus palabras de la última noche, en la cena con tus discípulos, las oímos en nuestro corazón: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor (Jn 15,9). Entonces, tus palabras son como el viento que barre las oscuras nubes que anuncian la tormenta. Tú, Maestro, sabes muy bien que en nuestro corazón se levantan a veces tormentas: horas de oscuridad, de duda, de tristeza indefinida, de soledad, de sufrimiento; horas en que duele el corazón. Mas entonces tu palabra, que trae las vibraciones de tu amor, es como el sol que llena de luz todos los caminos y de alegría y cantos el aire y nuestro corazón.

Nuestra gratitud es fidelidad de discípulos: fidelidad de cada momento, fidelidad de toda la vida. Una fidelidad tejida de fe, de esperanza, de amor. Por eso, en este fin de año, en esta hora te presentamos nuestro compromiso para la nueva etapa, el nuevo año que se abre ante nosotros.

Compromiso de fe , es decir, de confianza en ti, de ponernos en tus manos, pues estamos seguros de que tú nos amas. La fe ha de iluminar nuestra vida y guiar nuestros pasos; ha de estar presente en cada una de nuestras acciones. Si alguna vez notáramos que se debilitaba, que cedíamos ante las presiones que vienen de todas partes, que nos dejábamos arrastrar por la rutina o la pereza, soplaríamos sobre el rescoldo de sus brasas y avivaríamos su fuego para que de nuevo proyectara su luz sobre nuestras sendas. Un día dijiste: Vosotros sois la luz del mundo (Mt 5,14) y, por eso, nosotros queremos ser esa luz. Luz que ilumine sendas oscuras, luz que oriente a cuantos caminan en la noche, Vosotros sois luz...

Compromiso de esperanza. Recordamos que una noche apaciguaste el fuerte viento que encrespaba las siempre tranquilas aguas del lago, cuando tus discípulos dudaban y temían que su barca zozobrara. También en nuestras vidas se levantan a veces vientos recios y se producen marejadas. Es la constante presión del  ambiente que nos envuelve y respiramos;  sonsus criterios materialistas que como una metástasis corroen el tejido de nuestra sociedad cada vez más paganizada. También suelen soplar otros vientos y amenazan otros peligros: la frustración, el desánimo, el cansancio, la tibieza, la rutina, la pereza... Pero esta noche, cuando adivinamos la primera luz del nuevo año, nos comprometemos ante ti a seguir mirando al horizonte y la ruta de las estrellas, a vencer nuestro cansancio, a sacudir la rutina, a caminar a tu lado y a tu paso, a no perder la esperanza. Esperanza de un tiempo nuevo, el que tú soñaste, del que tú nos hablabas, el tiempo que nosotros contigo hemos de forjar.

Esperanza también de que tú nos tiendas la mano si empezamos a dudar. Esperanza de ser en el nuevo año semilla que crece, árbol en que puedan anidar los pájaros, fermento que hace levantar la masa, testigos de tu presencia entre nosotros.

Compromiso de amor . Recordamos también que en Cafarnaum, hacia la hora del mediodía, a quienes te buscaban les anunciaste que nos darías un pan verdaderamente bajado del cielo: tu propio Cuerpo y tu propia Sangre. Pero muchos se escandalizaron, te criticaron y dejaron de seguirte. Tú viste cómo se alejaban. Te sentiste fracasado, como si todos tus sueños, tus ilusiones se quebraran. Y entonces preguntaste a los que aún estaban junto a ti si querían también marcharse.

Tú sabes que algo parecido ocurre también hoy. Pero en esta noche, noche de oscuridad en la ciudad y en muchos corazones, queremos comprometer ante ti nuestro amor: amor de discípulos, de amigos como tú nos has llamado. Amor de cada día y de cada momento. No buscamos, Maestro, otra cosa: ni reinos soñados, ni te preguntamos qué nos vas a dar porque te hemos seguido. Tampoco buscamos ese cielo prometido. Solo te buscamos a ti y solo te deseamos a ti. Por eso no nos importa lo que los demás digan o hagan: nos importa seguir a tu lado, caminar contigo, amarte a ti y amar cuanto tú amas. Nos gustaría decir a todos los que están envueltos por la oscuridad, sumergidos en la noche, que tú también los amas, que por este amor estás entre nosotros; quisiéramos darles nuestras lámparas para que con ellas esperen tu llegada y así puedan entrar también en la sala del banquete: la sala de la luz y la palabra; tu presencia, tu amistad, tu amor.

 Vicente Serrano