El Papa Benedicto XVI nos dijo...

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Benedicto XVIEncuentro con el clero de la Diócesis de Bolzano-Bressanone (Italia). Miércoles 6 de agosto de 2008.

El Evangelio de san Juan nos cuenta que, después de la Resurrección, el Señor se aparece a los discípulos, sopla sobre ellos y les dice: "Recibid el Espíritu Santo" (Jn 20, 22). Se trata de un texto paralelo al del Génesis, donde Dios sopla sobre el polvo de la tierra y este cobra vida, convirtiéndose en hombre. Ahora bien, el hombre, interiormente oscurecido y medio muerto, recibe de nuevo el soplo de Cristo, y este soplo de Dios que le da una nueva dimensión de vida, le da la vida con el Espíritu Santo.

Así pues, podemos decir que el Espíritu Santo es el soplo de Jesucristo, y nosotros, en cierto sentido, debemos pedir a Cristo que sople siempre sobre nosotros a fin de que ese soplo sea vivo y fuerte en nosotros, y actúe en el mundo. Eso significa, por tanto, que debemos mantenernos cerca de Cristo. Lo hacemos meditando en su Palabra. Sabemos que el autor principal de la Sagrada Escritura es el Espíritu Santo. Cuando a través de ella hablamos con Dios, cuando en ella no buscamos sólo el pasado sino verdaderamente al Señor presente que nos habla, entonces es como si nos encontráramos —como dije también en Australia— paseando en el jardín del Espíritu Santo: nosotros hablamos con él y él habla con nosotros. Aprender a ser de casa en este ámbito, en el ámbito de la palabra de Dios, es muy importante, pues en cierto sentido nos introduce en el soplo de Dios.

Luego, naturalmente, este escuchar, este caminar en el ámbito de la Palabra, debe convertirse en una respuesta, una respuesta en la oración, en el contacto con Cristo. Y, como es obvio, ante todo en el santo sacramento de la Eucaristía, en el que él sale a nuestro encuentro y entra en nosotros, casi se funde con nosotros. Pero también en el sacramento de la Penitencia, que siempre nos purifica, nos lava y elimina las oscuridades que la vida diaria pone en nosotros.

En pocas palabras, una vida con Cristo en el Espíritu Santo, en la palabra de Dios y en la comunión de la Iglesia, en su comunidad viva. San Agustín dijo: "Si quieres el Espíritu de Dios, debes estar en el Cuerpo de Cristo". El Cuerpo místico de Cristo es el ámbito de su Espíritu.

Todo esto debería marcar el desarrollo de nuestra jornada, de modo que sea una jornada estructurada, un día en el que Dios siempre tenga acceso a nosotros, en que estemos continuamente en contacto con Cristo, en que precisamente por eso recibamos continuamente el soplo del Espíritu Santo. Si hacemos esto, si no somos demasiado perezosos, indisciplinados o indolentes, entonces nos sucederá algo, entonces nuestra jornada tomará una forma, entonces nuestra vida misma tomará una forma en ella y esta luz emanará de nosotros sin que tengamos que ponernos a pensar demasiado, sin que tengamos que adoptar un modo de actuar —por decirlo así— "propagandístico", pues vendrá por sí mismo, dado que refleja nuestro espíritu.