Encuentro XXV Aniversario

de la aprobación de Domus Mariae

Veinticinco años de aprobación y treinta de andadura de nuestra asociación, de Domus Mariae, es el acontecimiento que nos reunió los días 6 y 7 de octubre de 2012 en Lérida. Quizá veinticinco o treinta años no parezcan mucho desde ciertas perspectivas, pero para quienes vivimos los primeros momentos son un largo camino, con muchas alegrías, muchas ilusiones, proyectos, expectativas, trabajo, mucha vida y por lo tanto también dificultades, desilusiones, cansancios, ocasiones para rectificar el camino, incluso rupturas, junto con lazos fuertemente anudados y un indudable crecimiento en la fe y en todos los aspectos de la persona. Por eso nuestro corazón en estas fechas está lleno de gratitud a Dios y de alegría de las que nace la exigencia de seguir adelante y consolidar con visión de futuro la obra que, sirviéndose de D. Feliciano, un día Cristo inició, en la confianza que Él la llevará a término.

Esa alegría y esa ilusión llenaban el autocar que a las ocho de la mañana del sábado arrancaba de la Ciudad de los Ángeles y se completaba en Moncloa rumbo, primero a Zaragoza y luego a Lérida. Familias con niños y jóvenes, matrimonios y hasta abuelas, todas las edades estábamos representadas y también casi todos los grupos. No faltó tampoco nuestro Consiliario, D. Juan Bautista. Sentimos la ausencia de última hora de Carmen López, que por una caída no nos pudo acompañar con su hija Mamen, así como de otras que por diversas circunstancias hubieron de renunciar desde el principio: Manolita, Pilar Rodríguez… El que no faltó, aunque no estuviera físicamente con nosotros, fue D. Feliciano, pues lo llevábamos en el corazón y nos acompañaba en el espíritu. Agapito, nuestro conductor, y José Luis, esposo de Marisol, que aportó la profesionalidad de su agencia de viajes y sus detalles extra, contribuyeron a hacernos aún más agradable el viaje.

Puestos en camino, de la mano de María tuvimos tiempo, en primer lugar, de identificarnos con unas tarjetitas a modo de acreditación que lucimos hasta el final, además de rezar Laudes, para alabar al Señor junto con toda la Iglesia, de charlar, de escuchar la explicación sobre la Basílica del Pilar que había preparado Marisa Cisneros y, algunos, de reponer el sueño que por el madrugón u otras causas traían.

Con un día espléndido desembarcamos en Zaragoza. En el altar de la Virgen se abarrotaban multitud de fieles, pero logramos encontrar un rinconcito para reunirnos como familia en torno a la Madre, unidos al Señor presente en el Sagrario, y mostrarle nuestra gratitud por los 25 años de vida de nuestra Asociación, porque hemos sentido su mano protectora en nuestro caminar y ahora vamos al encuentro del resto de la familia con la que nos encontraríamos en Lérida. Los niños y los jóvenes también pusieron su voz. Marta, quince años, le dio gracias a la Virgen por sentirse feliz y afortunada, porque se siente arropada “por ti, que eres mi Madre del cielo, y por mi familia de la tierra, en la que Tú eres el centro y modelo a seguir” y concluía: “Sin tu ejemplo, no seríamos nada. Sin tu presencia no seríamos una Casa de María”. Carmen, con sus nueve años y con voz firme le dijo a la Virgen que la quiere mucho y le dio gracias por las cosas que hace por ella: el “gran verano” que le ha dado, las buenas notas, poder entrar en el Conservatorio, y no se olvidó de pedir por quienes no son tan afortunados como ella: “los niños pobres para que tengan qué comer”.

Un ratito quedaba hasta la comida y se aprovechó bien, sobre todo Carmen y Daniela que fueron presentadas a la Virgen por sus padres.

Después de comer se impuso el descanso, pero también nos dio tiempo para rezar el Rosario antes de Llegar a Lérida.

Allí, en la puerta de la Academia Mariana, nos esperaban Aurora y D. Joaquín Lax y, en la sala donde luego tendríamos los actos, una nutrida representación de Domus Mariae de Lleida. Y allí también estaban Ana y Juan Carlos que, con su hijo Guille, habían viajado por sus medios desde Madrid.

Repartidas las habitaciones rápidamente, nos reunimos en la sala y tras un breve saludo subimos a la preciosa capilla de la Academia donde tuvimos la Eucaristía, embargados de sentimientos de gratitud y unidad. El coro, apoyando el canto de toda la Asamblea, nos ayudó a vivirla intensamente y D. Juan Bautista en su homilía (que como la del domingo encontraréis en esta misma Hoja) nos volvió a recordar que el motivo de nuestra celebración es dar gracias a Dios por estos 25 años. Acción de Gracias es cada Eucaristía y, además, en estas fechas la Iglesia celebra cada año unos días de acción de gracias, por eso, como explicó al principio, escogió este formulario para la celebración eucarística. Luego nos dijo algo de lo que tenemos experiencia en Domus Mariae: Cuando uno escucha la Palabra de Dios se le esponja el corazón y nos damos cuenta de lo bien que nos viene esa Palabra, que puede costarnos lo que nos está diciendo pero es lo que necesitamos. En medio de un mundo del que recibimos tantos mensajes y tantas doctrinas, la Palabra de Dios nos dice lo que Él quiere de nosotros. Por eso –nos dijo– es tan importante que escuchemos la Palabra del Señor, porque cada día nos habla, nos enseña, nos instruye para que nosotros podamos vivir y dar soluciones a tantos problemas y dificultades que se nos presentan. En el Evangelio lo tenemos todo, por eso debemos conocerle cada vez mejor y es tan importante vivir cada día esa relación de comunión con el Señor.

Reunidos de nuevo en la sala, facilitamos las tarjetas de identificación a todos los presentes y Domus Mariae de Lérida nos obsequió con unas pañoletas azules con el escudo y el nombre de Domus Mariae que nos pusimos y no nos quitamos hasta que el domingo por la noche llegamos a casa.

Mª Soledad, nuestra Presidenta, abrió el acto mostrando su gratitud a Dios y también a todos los presentes. Explicó el proceso que nos había llevado a celebrar el 25 Aniversario en Lérida después de tener que renunciar a otras propuestas, y el sentido de la celebración que centró en tres puntos: Mirar atrás para aprender del pasado y dar gracias a Dios; mirar al presente para ver cuál es nuestra situación, y mirar al futuro con una actitud de compromiso desde la esperanza. Terminó explicando cómo se desarrollaría el acto que comenzábamos.

Tras sus palabras se proyectó una presentación, titulada “Todo es Gracia”, que recogía la historia de Domus Mariae hasta este momento. Y a continuación se abrió un coloquio, que introdujo recordando las palabras del Evangelio: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”, porque el 25 Aniversario nos ha de llevar a vivir mejor nuestra condición de cristianos y de Casas de María, que en definitiva es amar más a Dios y al prójimo,  amar como Jesús nos ama.

Abrió el coloquio Jerónimo, esposo de Sabas, que comenzó dando las gracias por haberle invitado a participar desde dentro de la Casa de María, a participar en esta peregrinación y conocer nuevos miembros de Domus Mariae. Explicó que el conocía Domus Mariae desde fuera a través de su esposa, por sus comentarios después de las reuniones de grupo, pero para saber lo que es hay que estar dentro. Él lo acababa de descubrir después de apenas 12 horas de convivencia. Confesó que se encontraba bien y que en su alma había recibido muchas cosas, especialmente en la homilía de D. Juan Bautista. Al ver la presentación el comparaba la Casa de María con el trigo y el labrador. Porque el labrador siembra un grano que con el tiempo y con sus trabajos hace que brote una espiga, pero ésta al madurar hace más granos y esos granos más espigas. Así he visto yo –nos dijo– la evolución de las Casas de María. En los momentos de meditación que he tenido en la Eucaristía, le he pedido a la Madre de nuestro hermano Jesús y nuestra Madre que no deje de iluminaros para que no sea esta una última vez sino que haya otras muchas para que podáis llevar a este grupo de peregrinación y así podáis hablar en nombre de María.

Intervino después Esther que comentó cómo, en su casa, habían intentado siempre tener en el centro al Señor y a la Madre y nos confesó que durante la proyección había estado todo el tiempo con un “nudo” y seguía con él –era evidente– porque al ver la carta de Mª Antonia ofreciendo sus dolores, sufrimientos y hasta su vida… “eso ha sido tremendo”. Afirmó: “Esto no puede ser una cosa más”, porque el que una persona se ofrezca así a Dios es muy fuerte y muy grande. Y añadió que daba gracias a Dios por haber abierto su alma y hacerla surco abierto para que su Palabra caiga en ella. Esa vida ofrecida a Dios por Domus Mariae –señaló–  tiene que dar un fruto. No nos podemos quedar en recibir constantemente, hay que moverse, e intentar que esa vida como la de los mártires dé futo, junto con la vida de D. Feliciano y con todo lo que se ha sufrido.

Aprovecho Mª Soledad la intervención de Esther para explicar la evolución de Mª Antonia, a la que conocimos algunos de los que estábamos presentes. Era una mujer joven que cuando empezó en Domus Mariae tenía terror a la muerte y así lo manifestaba en los grupos, pero D. Feliciano, antes de estar enferma, le fue ayudando a asimilarlo y cuando llegó el momento de la prueba, al presentársele un cáncer fulminante que los médicos no supieron ver y achacaban sus dolores a su imaginación, lo encaró de esa manera. Es importante que esto lo sepamos para ver cómo Dios hace obras grandes en nosotros.

Aurora Jiménez subrayó la frase que salía en la proyección: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” A mí me ha dado tanto bien desde que empecé en la Asociación, me ha hecho y me sigue haciendo tanto bien que tengo que responder con más entrega. Todo lo que hacemos, los Ejercicios, las convivencias, nos va enriqueciendo en lo espiritual y para la vida y nos enseña a aceptar las cosas con alegría y dando gracias a Dios.

Ana, a quien D. Feliciano casó con Juan Carlos y que están aquí con el pequeño de sus dos hijos, nos cuenta que está en Domus Mariae desde el año 1987, aunque pueden participar poco, lo viven en su casa y el único regalo de la boda que siguen teniendo es el cuadro de azulejos (que regala Domus Mariae a sus miembros que contraen matrimonio) con la frase del Salmo: “La santidad es el adorno de tu casa”, que se ve nada más entrar en su casa y es un cimiento de su matrimonio en las muchas dificultades que han pasado, no como matrimonio, sino por otros problemas.

Mª Soledad, que llevaba el grupo de Jóvenes en el que estaba Ana, nos cuenta que era Juan Carlos el que le recordaba por la noche que no había hecho todavía la Palabra de Dios. Y aprovecha para invitar a los maridos a incorporarse a Domus Mariae, porque la Asociación está aprobada con una finalidad dirigida a la familia, para que sean verdaderas iglesias domésticas.

Laura, también se ha sentido llamada a crecer en entrega, aunque se siente “floja” todavía y a veces le cuesta comprender las lecturas.

Carmen Otero, recordó que entró en Domus Mariae un poco forzada pero no deja de dar gracias a Dios por haberse fijado en ella en aquel momento en que era muy joven. Y expresó su agradecimiento a su madre, también de Domus Mariae y una de las primeras que falleció. Piensa que no es tan importante que seamos una organización grande, sino lo que importa es la calidad. Reconoce que ella es de una familia religiosa, pero que Domus Mariae le ha ayudado a crecer y entregarse de manera más completa, aunque siga teniendo sus fallos.

Mª Soledad, en vista que nadie de Lérida se animaba a intervenir, le pidió a Aurora Tejada, la Directora Local, que lo hiciera en nombre del grupo. Nos dijo Aurora que Domus Mariae le ha dado tanto desde aquel momento en que D. Feliciano vino a una Novena de la Inmaculada en la Academia Mariana, casi forzándoles a que tenía que ser esto una Casa de María. Lérida, nos dice, es muy fría y D. Feliciano les animaba, cuando ellas le decían que eran pocas y no crecerían mucho, diciéndoles que en el corazón de la Madre lo mismo da muchas que pocas. E insistía en que el número no es lo importante, por eso –nos dijo– yo sigo adelante. Para mí y para mi marido, que no deja un día la Palabra de Dios, D. Feliciano ha sido el apóstol de la tierra y espero que ahora lo sea D. Juan Bautista.  Tras algunas bromas con Mª de la Soledad sobre cómo Aurora y su marido encontraron a D. Feliciano para aquella novena, Aurora se mostró convencida de que fue el Espíritu Santo el que actuó.

Dolors, también de Lérida, que al día siguiente haría su compromiso, nos contó que llegó a Domus Mariae en un momento de búsqueda. Le dirigieron a la Academia pero no encontró puertas abiertas hasta que le dieron el teléfono de Aurora. Al principio pasó una época un poco turbia, pero luego se incorporó al grupo del Corazón de María donde se encontró muy a gusto y al año siguiente hizo el Ingreso y desde entonces está muy contenta.

Charo, expresó el bien que le ha hecho Domus Mariae y la necesidad de alimentarse para no irse enfriando. Y resaltó cómo en el grupo hay mucha confianza y nos queremos, por lo que nos ayuda mucho.

Mª Soledad señaló que Charo es madre de dos hijos consagrados e indicó que en Domus Mariae los hijos crecen en un ambiente y, aunque no estén en Domus Mariae, en muchas ocasiones están en otros caminos del Señor. Aunque nosotros necesitamos jóvenes, el Señor respeta la libertad.

María, hija de Esther y Ángel, nos contó que como los niños quieren imitar lo que hacen los mayores, cuando eran más pequeños y los matrimonios se juntaban en las casas, ellos pasaban la tarde con una Biblia adaptada, leyéndola y haciendo obras de teatro. Su madre puntualizó que era María la que los dirigía.

Javi, del grupo de matrimonios, con su esposa Mª Luisa, que vinieron con sus dos niñas, Carmen y Daniela. Nos dijo que la proyección le había levantado el sentimiento de ver que gente un poquito mayor que él con qué ilusión durante tantos años lo van haciendo y llevando. Nos habla a los jóvenes –reflexionó– de su constancia, de cómo están ahí siempre y no tienen pereza para nada. Por eso –nos dijo– creo que tenemos que volcarnos mucho más tanto los matrimonios como los más jóvenes. Y –terminó– felicitaros por cómo siempre estáis ahí y nos enseñáis a los que somos más jóvenes cómo hay que hacer las cosas.

Mª Luisa, su esposa, nos dice que le ha hecho pensar cómo trabaja el Espíritu Santo, como decía Aurora, porque ella estudió en un Colegio de las Concepcionistas en un pueblo de Ciudad Real y luego el Señor, a través de D. Feliciano, a quien conocía el que hoy es su esposo, le ha traído a nosotros que empezamos en las Concepcionistas. Ha manifestado su cariño por D. Feliciano y nos ha revelado cómo hoy cuando veníamos en el autobús pensaba en él y le decía: “Tienes que estar de contento de que vayamos a Lleida...” Porque él quería mucho a este grupo. La proyección –nos dijo– me ha llevado a sentir que los jóvenes tenemos que luchar, hay que seguir y enseñar a los pequeños leyendo la Palabra de Dios.

Siguiendo la idea de Mª luisa, Mª Soledad señala que el estar aquí en Lérida y Figueras, tierras catalanas, puede ser también obra de la Providencia, pues la fundadora de las Concepcionistas,  M. Carmen Sallés, que van a canonizar en este mes de octubre, era catalana.

Mª Luz intervino para insistir en lo que habían dicho Javi y Mª Luisa, sobre cómo a los que son más jóvenes les toca descolgarse de su comodidad para que toda esa andadura que hemos visto que ha costado mucho salir adelante no se eche a perder, comprometiéndose mucho más para que esto continúe.

Mª Soledad explicó que Mª Luz empezó en el colegio en un grupo llevado por Hortensia. Sus agendas de niña se vieron en la proyección y también la de Marta, su hija, que suele leer la Palabra de Dios. Por ello animó a que los padres lean la Palabra de Dios con sus hijos, aunque no sea más que los domingos, el día del Señor.

Concluye D. Juan Bautista resumiendo lo que habíamos vivido esa tarde en tres ideas: En la primera recogió la necesidad de la entrega. Hemos visto –señaló–   que el sufrimiento, la entrega, el sacrificio de mucha gente, no solo la muerte sino la entrega de cada día, da fruto. Lo vemos en Jesucristo, que su vida entera dio mucho fruto. Nosotros también hemos de saber entregarnos. Esa tiene que ser nuestra pasión, entregarnos por los otros, eso da fruto y fruto abundante. Gracias a mi vida de fe madurada en Domus Mariae mi vida da fruto. Y ese fruto lo recogemos otros. En esa entrega, que es no mirarnos a nosotros, en el saber darnos, todos tenemos que crecer y también en el gozar en esa entrega. Jesús se entregó, su vida fue una vida entregada a todos, pero fue feliz. La segunda idea se centró en la necesidad de vivir en familia y como familia. También Jesucristo vivió en familia –nos dijo– y nosotros como Él hemos de vivir la Palabra en familia y en la escuela de Jesús como los apóstoles. Por eso tenemos que aceptarnos unos a otros, a los que el Señor ha puesto a nuestro lado porque es con esas personas con las que tenemos que crecer y madurar y santificarnos, también en el grupo, y a ellos les tengo que manifestar lo que el Señor hace conmigo. Se trata de aprovechar lo que tenemos y con eso tengo que ser feliz. Y la tercera idea fue sobre lo que recibimos en el grupo.  Hay momentos en que uno pasa por crisis, por situaciones difíciles y en esos momentos qué importante es tener gente de verdad, que esté en todas las situaciones, con los que te sientes querido, acompañado. Esto es lo que aprendemos en los grupos siguiendo a Jesús, el único Maestro. Aprendemos a madurar pero la madurez la tenemos que alcanzar poco a poco, sin pensar en seguida que no nos sirve lo que estamos haciendo, porque eso es lo que quiere el diablo, que vayamos solos pensando que somos nosotros los que sabemos y tenemos la verdad, que no se formen comunidades de verdad, que vivan la verdad de Cristo. Tampoco tienen que desanimarnos los fallos que podamos ver en el grupo porque Jesús se encontró con toda clase de personas, incluso entre los apóstoles. Todos huyeron, pero volvieron y Él los acogió porque era bueno.

Así llegamos al último acto de la tarde. La actuación musical de nuestros jóvenes músicos. Carmen y María al piano, Iliana con su voz maravillosa que ya habíamos escuchado en el Ave María que cantó en el ofertorio de la Eucaristía y Ángel Luis con su Oboe. Abrió la velada Carmen que, con sus nueve años, mostró compartir la categoría musical de sus primos tocando con maestría la pieza que María presentó. Después Iliana, acompañada de María cantó una canción alemana, cuyo tema nos explicó, y terminaron Ángel Luis y María tocando un fragmento de la banda sonora de la película La Misión.

A la cena nos acompañaron algunas de nuestras anfitrionas, de las cuales, unas pocas nos acompañaron en la Adoración que puso fin a nuestro apretado día de Peregrinación. Un rato de oración en común y personal con el Señor presente en el Sacramento de la Eucaristía. Daniela, la benjamina del grupo, todavía estaba dispuesta a seguir, creo que todos los demás agradecimos que llegara el momento de descansar.

El domingo para muchos el primer momento de encuentro fue en la capilla de la residencia saludando al Señor antes del desayuno. Después, acompañados por Dolors, que actuó de guía en el recorrido, y Carmen, las dos de Lérida, subimos a La Seo. Al mismo tiempo llegaba el grupo de Figueras, nos saludamos con alegría y juntos subimos al imponente monumento que es seña de identidad para la ciudad. Allí fue de nuevo Marisa Cisneros quien ilustró la visita. Antes de partir, la foto del grupo en el bello claustro ajardinado.

Bajamos con tiempo justo para la Eucaristía, donde el resto del grupo de Lérida y las Hermanas del Corazón de María lo tenían todo dispuesto. Presididos por D. Juan Bautista a quien acompañaba como concelebrante D. Joaquín Lax, vivimos con gozo el acto central de nuestro Encuentro, la Eucaristía, Acción de Gracias por excelencia, donde el Señor se nos entrega en el supremo acto de amor. Expresión visible de nuestra respuesta de amor fue la formulación del compromiso con la asociación que hicieron Dolors, de Lérida y de Madrid, Mª Jesús, Cristina y el matrimonio Javi y Mª Luisa. De nuevo la ayuda del coro hizo más fácil elevar con todo sentimiento nuestro corazón al Señor. A la salida Begoña y Marisa de Madrid se encargaron de que todos recibieran un sencillo punto de lectura conmemorativo de la celebración.

Juntos marchamos de nuevo a la Academia, donde tuvimos la comida. Nuestras anfitrionas de nuevo tuvieron un detalle de su buen hacer, entregando a todos los presentes un pequeño recuerdo. Y como no podía ser de otra manera en la Casa de María la Palabra de Dios se hizo presente en unas minúsculas Biblias que contenían mensaje siempre especial para cada uno.

Un regalo por parte de los responsables de la Academia Mariana fue la visita al Paraninfo, preciosa estancia de estilo modernista catalán donde se celebran los actos solemnes, presidida por una bonita pintura que representa a la Inmaculada.

Ya solo quedaban las despedidas, en primer lugar del Señor y de María su Madre y nuestra Madre, a quienes, aunque siempre nos acompañan no podíamos menos que con alegría darles las gracias por estas horas de encuentro y amistad de las Casas de María de Madrid, Lleida y Figueres.

Partíamos con ganas de volver a encontrarnos. Y en el viaje de vuelta, tras un largo rato de descanso, de nuevo tuvimos tiempo de rezar y de compartir un rato de entretenimiento que con su alegría siempre a punto inició Esther y concluyó con la actuación estelar de Carmen y Daniela.

Tras la cariñosa despedida de Agapito y el testimonio de José Luis llegábamos a Madrid con el corazón lleno de gratitud a Dios que hace obras grandes cuando nos entregamos con sencillez.