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Como decía de D. Feliciano

   

Cómo entender esa expresión

“Esta expresión no es exacta con toda propiedad. Los sacramentos, propiamente dichos, son solo siete, como sabemos. Pero en un sentido amplio hay otros signos a los que podemos llamar sacramentos porque tienen alguna semejanza con los sacramentos propiamente dichos. Estos son signos sensibles, instituidos por Jesucristo, para producir la Gracia. Y la confieren por el mero hecho de poner el sacramento “ex opere operato” que dicen los teólogos. Significan la Gracia y la confieren.

El tiempo puede ser llamado sacramento de encuentro del hombre con Dios en cuanto que también puede ser como un signo, como un vehículo que me lleva a Dios, a encontrarme con Dios. El sacramento propiamente dicho también es un signo, un vehículo que me lleva a Dios pues me confiere la Gracia Santificante. Jesucristo es Señor del tiempo y de la historia. San Juan, en su prólogo al Evangelio nos dirá que “todas las cosas fueron creadas por Él y para Él y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho” (Jn 1,3). “Estaba en el mundo y por Él fue hecho el mundo” (Jn 1,10) Luego el tiempo es algo que me da Dios y que me puede llevar a Dios. El tiempo es sacramento de encuentro del hombre con Dios.

El tiempo es algo muy valioso

“El tiempo es un medio con el que podemos encontrarnos con Dios. Y como el tiempo es algo que Dios nos da mientras vivimos, que lo tenemos a nuestra disposición en todo momento, el tiempo es algo maravilloso en nuestra mano. Por medio de él podemos encontrarnos con Dios en todo momento.

Cuando tenemos necesidad de entrevistarnos con una persona importante, buscamos aquella persona que nos puede facilitar este encuentro. Pongamos, por ejemplo, el poder ser recibidos por el Papa. Sabemos que nosotros solos, por nuestros propios medios, no podemos conseguir esta entrevista. Buscamos la persona por medio de la cual podemos conseguirlo. Pues el tiempo hace las veces de esta persona que nos facilita el encuentro con Dios. Realmente, el tiempo es algo tan importante y lo dejamos pasar tan fácilmente sin aprovecharlo…

¡Siempre nos falta tiempo!

“Me diréis que no resulta tan fácil tener ese tiempo a mano porque muchas veces nos falta tiempo, pues tenemos tantas ocupaciones materiales que nos impiden dedicar un tiempo a encontrarnos con Dios. En este modo de hablar hay algo de razón pero no toda la razón. Es verdad que nos puede faltar tiempo para dedicarnos exclusivamente al encuentro con Dios. Pero con Dios podemos encontrarnos en todo tiempo aun en ese tiempo en el que estamos tan ocupados con cosas materiales es cuestión de encontrar ese secreto y ponerlo en práctica.

Cuando el Salmista dice: “Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro” (Sal 104), nos está diciendo el mismo Dios que a Él le podemos buscar y encontrar continuamente. Hemos de aprender, pues, a buscar a Dios en todo momento, continuamente. Cuando el mismo salmista dice: “Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré” (Sal 16), es otra afirmación inspirada por el mismo Dios, que nos dice que el hombre puede tener presente a Dios en todo momento. Es cuestión de entrar por ese camino del tiempo.”

Dios está presente en nuestra vida en cada momento

La presencia de Dios es continua, no podemos decir que Dios está presente en unos momentos y en otros no. Cada momento de nuestra vida es un instante que está lleno de la presencia de Dios, de Dios que me ama y me obsequia con todo lo que tengo, con el mismo tiempo que me da para que le encuentre. Para ver esta realidad, es necesario avivar la fe. Cada momento de nuestra vida, sin nosotros darnos cuenta, es un momento lleno de la presencia de Dios que nos ama. Entonces todo momento de vida, de tiempo, es como un talento que Dios nos envía y hemos de hacerlo producir. San Pablo dice que: “En Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28). Su presencia no puede ser más real en todo momento.

En el tiempo se verifican todos los acontecimientos que nos hablan de Dios. El don de la existencia me habla de Dios; el don de la respiración me habla de Dios; el don de la alimentación me habla de Dios; el don de cada momento de la vida me habla de Dios. Todo me habla de Dios. Y todo se realiza en el tiempo. El tiempo, pues, es sacramente del encuentro del hombre con Dios.

Todo lo que sucede en nuestra vida está relacionado con la Gracia, incluso el mal.

Santa Teresa del Niño Jesús llega a decir que todo lo que sucede en su vida está relacionado con la Gracia. Y como lo que sucede, sucede en el tiempo, todo el tiempo está lleno de Gracia. Es necesario descubrirla. Lo malo que nos sucede, en este sentido también puede ser Gracia. San Pablo Dice que “a los que aman a Dios todo les sirve para bien, es decir, de todo pueden sacar bien”. Aun de aquello que decimos que es malo. Del pecado de nuestros primeros padres, Dios sacó el bien de la venida del mismo Dios al mundo haciéndose hombre. El pecado es un mal y cuántas veces, después de un gran pecado, ha venido una gran conversión. Hemos de ver el tiempo como sacramento de encuentro con Dios, aun de ese tiempo en el que hemos tenido una caída. De la misma caída, del mismo pecado, del tiempo en el que hemos caído, hemos pecado, hemos de ver que es un tiempo de encuentro con Dios, porque Dios viene a nuestro encuentro para que salgamos de ese estado de pecado y así podemos decir tantas veces “feliz pecado que me hizo reacciona de tal manera que he vuelto a encontrarme con Dios.”

Cada momento nos trae el amor de Dios

El Cardenal Stefan Wyszynski decía que todo momento de tiempo trae amor. En realidad, si analizamos todo lo que lleva consigo cada momento, veremos que es verdad esta afirmación. Cada momento trae el amor de Dios que nos conserva la vida y esto es un acto de amor. Así en cada momento puedo encontrarme con Dios. Aun en el momento en que he podido caer, Dios me está esperando y en esta espera hay amor. También, pues, en el momento del pecado, el tiempo es como sacramento de encuentro con Dios. Es más, si ante la tentación, pensáramos que Dios está a nuestro lado amándonos, no caeríamos en el pecado y superaríamos la tentación, y el momento de tentación también sería un tiempo de sacramento de encuentro con Dios.

Si cada momento de tiempo lo interpretáramos y lo viviéramos en esta clave, cada momento del día sería sacramento de encuentro con Dios y cada momento del día sería oración. Muchas veces he dicho que aquellas personas hiperactivas que son incapaces de estar media hora o un cuarto de hora en oración porque tienen que estar siempre en actividad, deben esforzarse por hacer que todo el día sea oración. Aunque siempre hay que añadir que será muy difícil conseguir que todo el día sea oración si no se dedica un rato a la oración.

Todo puede hablarnos de Dios

Todo está sembrado de las huellas de Dios. Y en todo momento podemos apreciar estas huellas. Todo puede estar hablándonos de Dios. Si somos capaces de ver esas huellas en todo momento todo tiempo está siendo sacramento de encuentro con Dios. Cuando tenemos fe, no es difícil ver las huellas de Dios en todas las cosas y en todos los acontecimientos. En los grandes acontecimientos y en los pequeños podemos ver la hulla de Dios. De hecho, en todos ellos está Dios presente. El Salmo 138 ensalza la omnipresencia de Dios. Con gran claridad nos dice cómo Dios está en todas partes y en todos los acontecimientos que nos rodean. De dios depende todo. En las manos de Dios está los destinos de cada hombre, de cada mujer, de cada joven, de cada anciano, de cada niño, de cada nación y de cada pueblo. Dios está presente en todo tiempo.

San Francisco de Asís tuvo este don de Dios y veía a Dios en todas las cosas y en todos los acontecimientos. El aire y el viento lo tenemos continuamente y lo palpamos con nuestra experiencia, ya que  sin estos elementos, no podríamos respirar, no podíamos vivir. Aire y viento están en el tiempo. Diríamos que toda la naturaleza, todas las cosas, son como palabra de Dios que nos llama la atención para que elevemos nuestro corazón a Dios y nos encontremos con Él.

En el tiempo hacemos producir los talentos que Dios nos da.

Talentos que Dios nos da son las cualidades, los dones, las capacidades, la inteligencia, los bienes materiales y espirituales. Pero también son talentos los acontecimientos que Dios nos envía o permite, las oportunidades. La salud es un talento que hemos de hacer producir. La enfermedad vista con los ojos de la fe, es también un talento que hemos de hacer producir. La inteligencia preclara, pero también la mediana y la menos mediana si haces las cosas que tienes que hacer y cómo las tienes que hacer, estás haciendo producir el talento como Dios quiere que lo hagas producir.

Es un talento que tenemos en Domus Mariae la práctica de la lectura de la Palabra de Dios y la hacemos producir si durante el día la recordamos y la vivimos de modo que influye en cuanto hagamos. Pero el habernos olvidado y no haberla vivido es un talento que hemos de hacer producir reconociendo al fin del día el fallo y proponiéndonos poner más esfuerzo y pidiendo a Dios la Gracia para vivir mejor al día siguiente la Palabra de Dios.

Todo lo que ha sucedido en el día, bueno o malo, ha sucedido en el tiempo. El tiempo ha sido un sacramento de mi encuentro con Dios. Cuando dice el Señor: “El que no recoge conmigo, desparrama (Lc 11,23), está diciendo que en todo tiempo hemos de recoger y entonces en todo tiempo podemos encontrarnos con Dios.