Un año más, en el Retiro-Convivencia de comienzo de Curso, un nutrido grupo de jóvenes nos dieron sus testimonios y opiniones, con el tema de fondo de todo el día: la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Madrid del 16 al 21 de agosto de 2011.
Participaron en ella, Iliana, su hermano Ángel Luís, Inmaculada, Maite, Yosef, Roberto y Pilar, joven matrimonio de Domus Mariae, y Miriam con su novio Fran.
Algunos pudieron incorporarse a la comida, Roberto venía de trabajar y otros directamente de su Parroquia sin ni siquiera haber comido, pero todos con estupendo ánimo y deseo de dar lo mejor de sí mismos.
Mª Soledad, que moderó la mesa redonda, tras presentarlos brevemente entró directamente al tema planteando la primera de las preguntas que articularon el diálogo.
LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD ES UN ACONTECIMIENTO ECLESIAL. ¿QUÉ ENTIENDES POR ELLO? ¿QUÉ ES PARA TI LA IGLESIA?
Roberto. La Iglesia, además de lo que todos conocemos, que es la Madre donde vamos a recibir el Agua de Vida, pienso que es fundamental en la vida de todo ser humano porque nos acerca a Dios y dignifica al hombre. Es la Iglesia quien te da esa trascendencia de ser algo más que un animal que se deja llevar por instintos.
Pilar. Iglesia somos nosotros, Iglesia soy yo. El que venga el Papa, no es el Papa. El Papa es el papel que tiene, que es la representación de Cristo en la Tierra. Y él tiene una responsabilidad ante Dios sobre todos los cristianos. Pero Iglesia soy yo y como yo tengo que evangelizar, porque para eso soy confirmada, tengo que darme por Cristo y dejarme la piel por Él. Como Iglesia, yo y los que están conmigo, somos los que tenemos que lanzarnos al mundo para que vean lo que es ser cristiano. Cristiano es el que reza pero no está fuera del mundo. Ser cristiano es implicarse con el mundo y luchar por el mundo. El mundo tiene tendencia a irse y el cristiano tiene que ir contra corriente porque tiene que saber lo que tiene que hacer para enderezar. El Papa viene a decirnos cosas muy interesantes, y nosotros como cristianos, que no somos ladrillos, piedras muertas, sino gente viva y gente superalegre, que lo mismo que nos vamos a rezar nos vamos a tomar una cervecita después. Eso lo podemos decir los de nuestra parroquia, que lo mismo que rezamos sabemos divertirnos y nos divertimos sanamente y sabemos traer a gente joven y engancharles y decirles que Cristo te da unos mandamientos, que Cristo te dice que tienes que tener una vida sobria pero una vida alegre. Eso significa ser Iglesia y ser cristiano. Que viene el Papa: estupendo. Nosotros vamos a hacer lo que el Papa nos dice, atraer a gente que no conocemos y que no sabemos su idioma, pero que nos entendemos porque hay algo que nos une, el Amor. Los que vengan van a percibir el amor con que preparamos las cosas y les atendemos. Y eso es la unidad de la Iglesia, como los primeros cristianos, que los había de muchas partes, pero los unía el Amor, con mayúsculas. Eso es lo que yo entiendo por Iglesia.
La fuerza y el convencimiento con que Pilar expuso su estupenda visión de la Iglesia y de la JMJ, arrancó un aplauso espontáneo. Los demás componentes de la mesa no tuvieron más que decir, porque, como subrayó Iliana, “lo ha dicho todo”.
LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD ES UN ACONTECIMIENTO PERSONAL. ¿CÓMO LA ESTÁS PREPARANDO? ¿CREES QUE LA JMJ PUEDE SUSCITAR EN TU VIDA UN ANTES Y UN DESPUÉS, UNA EXPERIENCIA DE CONVERSIÓN A UNA VIDA DE FE MÁS AUTÉNTICA Y COMPROMETIDA? ¿HAS VIVIDO ALGUNA EXPERIENCIA FUERTE DE CONVERSIÓN EN ALGÚN MOMENTO DE TU VIDA?
Iliana. Sí, estamos preparando la Jornada. Tenemos grupos de trabajo en la Parroquia.
Maite. Estamos ya inscritos. En función de las cualidades de cada persona y del tiempo de que disponga estamos en las distintas áreas de voluntariado, aunque aún algunos no sabemos la función que vamos a desempeñar.
Roberto. A mí me han metido en logística.
Maite. También nos estamos preparando personalmente. En la Parroquia tenemos actividades de formación, de catequistas; los lunes tenemos oración de jóvenes. También tenemos retiros, hemos hecho el Camino de Santiago con la peregrinación de jóvenes de la diócesis, aunque no es algo específico de cara a la jornada.
Mª Soledad les invitó, recordando la recomendación del Papa, de leer todos los días la Palabra de Dios. Maite expuso que ella la suele leer, aunque no todos los días.
Continuando con los aspectos que planteaba la pregunta les invitó a contar si alguno había vivido alguna experiencia fuerte de conversión o de vivencia de la fe.
Inmaculada. Yo sí. Además muy reciente. Yo he tenido un año muy largo y muy complicado. Me quedé sin trabajo, lo dejé con mi novio, en la Universidad iba fatal… Y aunque al principio me creí que lo estaba llevando bien, luego me fui desanimando cada vez más y dándome cuenta de lo sola que estaba. Estaba convencida de que Dios me había abandonado, porque un Dios que fuera amor y que fuera padre, no te dejaba así de tirada. Me daba la impresión de que yo estaba esperando hablar con Dios y me había dicho “espera un momento que ahora vengo” y se había ido y me había dejado allí en la sala de espera. Empecé a pensar que todo eso que cuenta en la Iglesia de que es tu padre es mentira. Entonces me alejé de la Iglesia. Yo dejé de servir a Dios para servir al demonio. Mis padres estaban muy preocupados. Yo siempre estaba de mal humor, amargada, triste. Además tenía una especie de desolación y de desesperanza, como si ya no tuviera vuelta atrás y sólo me quedaba sufrir lo que me merecía porque me lo había ganado. Mi familia estaba muy preocupada y yo noté que mis padres y también mis hermanos iban a Misa casi a diario, más que antes. Cuando les pregunté por ello, mi madre me dijo. “Porque ahora tenemos que cubrir entre todos las Misas que tu te estas perdiendo”. Eso fue para mí como una especie de bofetada de mi ángel de la guarda. Me dejó echa polvo porque yo en el fondo lo que quería era tener una experiencia de Dios personal. Me parecía que yo había vivido siempre de la fe de mis padres, sin una experiencia personal de Dios. En su preocupación, mis padres hablaron con mucha gente y entre otros con un sacerdote que ha escrito un libro sobre Medjugorje y les propuso que me fuera con una peregrinación que iba él. Cuando me presentaron a él le dije que yo no quería ir, que no quería rezar y que le iba a estropear la peregrinación. Él me dijo que así eran los que le gustaban a Dios, los que iban rebotados. Mis padres pagaron la señal y yo, aunque no quería ir, luego me lo tomé como un recorrido turístico. Pero al final no había con que pagar lo que faltaba, cuando yo ya me había hecho la ilusión de mi viaje por Europa. Pero mi madre, hablando con mi hermano mayor, le dijo: “Si la Virgen quiere que Inma vaya a Medjugorje, por algún lugar nos llegará el dinero”. Porque ella estaba convencida de que lo que yo necesitaba era ir allí y que era la Virgen la que me estaba llamando, no que ellos se lo hubieran propuesto. Y a los pocos días les ingresaron justo la cantidad que faltaba por unas conferencias que habían dado. Cuando mi madre me llamó a decírmelo iba en el autobús y me puse a llorar, porque dije “es que ya no me puedo escapar”. Era como si Dios me quisiera abrazar y estuviera viniendo hacia mi y yo “¡que me dejes!”. Los primeros días fueron como me los había planteado. Estuve fatal, aburridísima. Cuando llegué allí solo encontré un pueblo pobrísimo, que no tenía nada. Pero en Medjugorje hay algo. Yo no he visto a la Virgen, ni nada de los fenómenos que la gente ve allí y sigo siendo superescéptica respecto a todo eso. Pero he vuelto absolutamente cambiada. Allí me confesé, porque hubo un par de momento en que me sentí muy inferior al resto de la peregrinación y dije “yo quiero ser así”. Allí todo el mundo me quería desde el minuto uno. Pero de todas formas sentía como con un resquemor pues pensaba: “Ahora vuelvo a Madrid y va a ser todo igual. Aquí estás conmigo pero allí va a ser todo igual”. El último día, ya en España, en el monasterio de las hermanas de Belén, que son una orden como de cartujas, estaban dando todos sus testimonios pero yo me fui por un bosquecito que había al lado. Entonces se me acercó una monja, yo me dije. “¡Buf! otra monja…” Pero ella me empezó a hablar, sin que yo la dijera nada, de la parábola de la oveja perdida porque en total todo el grupo que estaban allí eran noventa y nueve y conmigo cien. Esto me impresionó muchísimo. Ella me dijo: “Basta ya de Inma. Tu estas intentando acercarte a Dios y conocer a Dios con tus fuerzas, estás intentando convertirte con tus propios medios y Él lo único que quiere es que te pongas a tiro y que te dejes querer. Ni siquiera quiere que le quieras, sólo que te dejes querer, que te dejes cambiar.” A mí en ese momento se me cayó el alma al suelo, sentí como si se me limpiara por dentro algo y empecé a llorar como en mi vida. Para mi el regalo de Medjugorje fue el don del entendimiento, me hizo entender lo que es ser hija de Dios. Yo tengo la certeza de que Dios existe, no porque he rezado mucho sino porque he sufrido mucho. Él se metió en el barro, se remangó, me saco, me llevó a la orilla y me limpió y me dejó allí con María y ahí estoy ahora mismo. No he visto fenómenos extraños pero se me han dado unos ojos nuevos y un corazón nuevo.
Fran. Yo mi experiencia la estoy viviendo día a día. Mis padres se casaron y fundaron una familia, pero cuando yo tenía catorce años se separaron y, como le dije a mi padre discutiendo con él el otro día, en ese momento me partieron la vida. El día a día desde entonces se me hizo cada vez más complicado. Buscas muchas cosas, tienes muchas inquietudes, pero nunca encuentras respuesta y acabé teniendo muchos problemas sobre todo con mi madre y me fui a vivir con mi padre, pero siguieron los problemas. Sin embargo, siempre tuve una mano tendida pasase lo que pasase. Estuve saliendo con una chica y sus padres me acogieron, pero después de algún tiempo vimos que éramos incompatibles y vino la ruptura. Yo me volvía a ver como sin padres en aquel momento. Al final volví con mi padre pero continuaron los problemas y entonces volvió esa mano que me llevó a Miriam y de nuevo encontré acogida en sus padres. Mi madre es cristiana, aunque no practicante, y siempre nos ha llevado a colegios religiosos y esos valores te quedan. Y llegas y dices ¿por qué me está pasando a mí todo esto? Lo que decía Inma ¿por qué me haces esto? ¿Por qué me partes la vida? y se lo achacas a Él. Pero luego te das cuenta que te hace aprender, te enseña. Y, se lo digo a la madre de Miriam, yo aun así siempre doy gracias por todo lo que me ha pasado y por todo lo que me ha hecho descubrir. Yo todavía lo sigo viviendo.
Mª Soledad subrayó cómo la mano de Dios siempre está ahí y cómo Dios nos busca, en situaciones diferentes, como diferentes son las circunstancias y las familias de Fran y de Inma. El Señor siempre está ahí buscándonos como a la oveja perdida aunque sean diferentes los caminos de búsqueda y de encuentro porque aunque nuestras historias sean diferentes, la de Dios es siempre la misma: que nos ama.
A continuación les invitó a expresar su opinión sobre lo que creen que podrá suponer de experiencia de fe la Jornada Mundial de la Juventud.
Miriam. Siempre ver una cantidad de gente como la que se junta en las Jornadas te refuerza, te hace sentir ese espíritu de pertenezco a algo. Iglesia soy yo, sí, pero tienes que sentir refuerzo por parte de los demás. Mi parroquia, hablando mal, somos cuatro gatos. Necesito ver que hay más. Quizá no siempre las personas que componen la parroquia viven del todo la unidad. Ver que hay más te refuerza y te hace oxigenarte un poco.
Fran. En la sociedad que vivimos hoy, esto te hace ver el amor que une a todos los cristianos.
Pilar. Y también el “pique” que tienes: ¿Te has apuntado voluntario? ¿Y dónde te han puesto?... Te gusta ver que hay gente como tú, de la misma edad y que vais a hacer lo mismo. Tienes ya la cabeza puesta en eso, aunque no sepas ni lo que vas a hacer, ni cómo Dios te va a iluminar. Y cómo vas a crecer tú por dentro y por qué quiere Dios que lo hagas. Hay ciertas virtudes que yo tengo que madurar antes y que tengo que poner en práctica también para un después, porque la Jornada empieza ahí pero hay más gente a la cual luego yo tengo que transmitir lo que el Papa me ha dicho.
Maite. Nosotros que este año hemos hecho el Camino, te vas dando cuenta de que no estás solo y te sientes querido y amado.
Iliana. Yo si he ido a varias Jornadas. Cuando tu vas, vas a recibir. Yo además he tenido mucha suerte de ir con un grupo que te ayuda a canalizar toda esa experiencia de Gracia. Que no sea solo “flashearte” sino que tienes ratos de oración, hablas con otros y pues ir asimilando todo eso y haciéndolo tuyo, que no sea sólo ¡cuántos somos! y cuando no somos tantos ya no pasa nada. Pero a mí lo que más me preocupa ahora es cómo vamos a acoger a todas esas personas. Porque yo cuando he ido me he sentido acogida con los pequeños detalles. Cuando he ido a Canadá o a Alemania sientes la Iglesia no sólo por el número, sino realmente como familia. Yo me sigo escribiendo con una familia desde hace cinco años y hace cinco años que no los veo pero tienes ese arraigo en su corazón porque sabes que tienen los mismos sentimientos que tú y te sientes mucho más comprendida y fortalecida que con tu amiga que la ves para tomarte algo todas las semanas. También me preocupa, lo hablaba con Yosef el otro día, que sí, nosotros nos estamos preparando, pero hay mucha gente en nuestro propio barrio que ni se va a enterar. Los chavales de los institutos, por ejemplo, no se van a enterar. Yo lo he vivido en Alemania, que pasaba gente y nos preguntaban ¿qué pasa aquí? Si la jornada Mundial va a ser un momento de Gracia, tenemos que llegar a todas esas personas que tenemos alrededor y atraerlas y luego que se mantengan en la fe. Mi preocupación es ésta, organizarnos, ir a los Institutos o hacer cosas que los atraigan y puedan vivir esa experiencia y mantenerla. Ésta es mi preocupación y se la he expuesto al párroco, para que no sea sólo llegar y decir: he visto a un montón de gente. Si no que sea: me han llamado a mí y he hecho lo más que he podido por llegar a lo que sea, a lo que yo pueda.
Mª Soledad tomó pie de lo que decía Iliana para urgir a todos los que estábamos allí para que hablemos en nuestras familias, a nuestros amigos…
Yosef. Estos eventos, como el Camino de Santiago que es el primero que yo viví, son muy importantes, porque encuentras un montón de gente con el mismo objetivo que tú, que es llegar a Dios. Yo, que suelo ser muy tibio muchas veces, en esos encuentros te fortaleces. Ves lo que tienes que hacer. Yo no he vivido una experiencia como la de Inma, pero en el Camino de Santiago sí sentí como si Dios me tirara un poquito de la oreja. Te das cuenta de todo lo malo que has hecho y de todo lo que tienes realmente que hacer. Hay muchos otros caminos que parecen muy bonitos, que parecen muy divertidos, pero en realidad no es lo que tú quieres. Además cuando tiras para ellos te das cuenta de que no te llenan, te sientes vacío del todo y eres infeliz.
Mª Soledad le indicó a Yosef que el sacramento de la Confirmación que iba a recibir unos días después debía ser para él ese momento de cambio profundo. Pero también advirtió que el cambio puede no ser definitivo, que podemos volver a fallar, pero Dios nos ama y nuestra voluntad tiene que ser esa, dejarnos amar, que es lo que descubrió Inma. Lo importante no es el mal que nosotros hayamos hecho, sino el amor que Dios nos tiene.
Inma. Además yo vi que Dios hace todas las cosas nuevas. La fuerza me ha venido de fuera. Yo sabía que quería ser feliz, pero me parecía una utopía la Felicidad con mayúscula. No importa todo lo hondo que hayas caído. Él te conoce con todos tus defectos y todas tus virtudes y sabe que vas a fallarle. Lo único que quiere de ti es ese dejarte abrazar, ese decir: “pues sí, soy miserable y con todo eso me quieres”. A mí Dios nunca me ha abandonado, fui yo la que le dije que no quería saber nada de Él y el pobre se me quedó mirando como diciendo: “que más quieres que haga por ti, si he muerto el la cruz”. Pero para mí ni la Cruz era suficiente, porque no era mi voluntad lo que se estaba haciendo. Y ese momento puede ser en cualquier parte, sólo hay que dejarse y decir: hágase. Esa sensación de un amor que te desborda me hacía llorar de alegría. Que fue mucho más cuando volví y vi a mis padres, por la gratitud de haberme bautizado y haberme introducido en ese mundo. La conversión es un camino, no es un instante, es el camino de llegar a Él. Aquel momento me da fuerza, pero yo tengo mis luchas y mis tentaciones…
Mª Soledad indicó que para ese camino está la oración, la intimidad con el Señor, los sacramentos.
Ángel Luís. Yo, más que momentos de conversión los he tenido de afirmar mi fe. Durante el curso estamos llenos de cosas y los fines de semana te apetece estar con los amigos. Y te vas alejando un poco, aunque he asistido a horas santas, la Javierada, el Camino de Santiago. Pero cuando llevas días caminando, que te duele el cuerpo entero y no puedes ni levantarte ya por la mañana, dices: ¿Y todo esto con qué fin? Pero luego llegas a la Catedral y ves que empieza a caer gente llorando…
La emoción, como a otros antes, le interrumpió, lo que aprovechó Esther, su madre, para contar que cuando llamó por teléfono aquel día lo que le dijo fue: “Mamá, que subidón”.
Ángel Luis. ...Y después de entrar en la Catedral, ver la tumba y todo te empiezas a abrazar con todo el mundo así porque sí. Notas como un aire de amor que te entra por dentro que dices: “pues el Señor me quiere”.
Mª Soledad invitó a nuestro Consiliario, D. Juan Bautista, a comentar o añadir lo que deseara.
D. Juan Bautista. Yo creo que ya se ha dicho todo. La Iglesia es una comunidad de hermanos, hijos de un mismo Padre y por tanto estamos llamados a querernos y a manifestar ese amor que Dios nos tiene. A manifestárselo a Él y a manifestarlo entre nosotros. Y en estos acontecimientos eclesiales ese amor se hace más palpable, o en los lugares de peregrinación, como Santiago, se palpa con mayor viveza la gracia de Dios. Entonces tenemos que aprovecharnos. Es como si se hiciera una reunión familiar y no quisiéramos ir, porque tengo pereza, porque… Pues yo tengo que ir, aunque pierda otras cosas. Y una vez que uno sale de sí y va a ese encuentro, el Señor redobla ese amor, premia como no podemos sospechar cuando uno deja sus cosas, pasa de sus caprichos y quiere el bien del otro, la gloria de Dios, el bien suyo también. El Señor se manifiesta de forma tan palpable a través de los hermanos. La mano de Dios está en muchísimas cosas, como dice San Pablo: “Para los que creemos en Dios todo nos sirve para el bien”. De los fracasos o los problemas de nuestros padres, de nuestros amigos… nosotros tenemos que sacar lo positivo. Es muy hermoso salir al encuentro, dejarnos de nuestras cosas y acudir a la llamada del Señor que se manifiesta de muchas formas. De forma muy clara en encuentros eclesiales, en los encuentros con el Papa, porque el Papa es la figura visible de Pedro, que une. En el encuentro con Cristo, que se hace de forma visible en las palabras del Papa, podemos encontrar ese impulso para una mayor entrega, para una conversión. El Señor toca. Todos tenemos esos momentos en que el Señor nos da una mayor claridad para ver el amor de Dios, en que el Señor te da una cosa nueva. Yo también tuve ese momento, noté claramente “yo tengo que ser cura”. Luego tienes que empezar a caminar, pero esa experiencia ya la tienes. Ese encuentro, esa fuerza, ese impulso fuerte ahí lo tienes. Ahora tú, con estos bártulos, apáñatelas, porque el Señor quiere que espabilemos. Nos lo da todo pero hay que trabajar. Por eso tenemos que aprovechar estos momentos, también el de hoy. Si en la familia hay momentos difíciles y problemas, también hay momentos de gozo. Aprovecha esos apoyos. También los lazos espirituales, que unen, dan una confianza y una proximidad que ayudan muchísimo. Cuando uno cree, te hace vivir la Vida Nueva: “Yo vi un cielo nuevo y una tierra nueva”, dice el libro del Apocalipsis. Dios me ha llamado a ser feliz. Si una cosa no me ayuda la dejo y busco otra. Y eso es posible. El que nos ayuda a hacerlo posible es Jesucristo, porque la fe nos hace nuevos, como al hijo pródigo, nos pone túnica nueva, nos hace fiesta. Él puede y quiere, si tú quieres. Eso es renacer. La fe tiene que ser más fuerte que el pecado.