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Fiestas y celebraciones

El día 21 de noviembre celebramos en la Iglesia la fiesta de la Presentación de la Virgen, que tiene su origen en la tradición de los Evangelios Apócrifos (relatos sobre Jesús no admitidos como parte de la Escritura) y que no encaja muy bien con las costumbre del pueblo judío. Pero nos recuerda la disponibilidad del la Virgen María a los planes de Dios y su voluntad de entrega a Él desde niña. Por eso en muchos lugares y congregaciones religiosas se le llama la fiesta de la Virgen Niña o de la Niña María.

Los niños y niñas de las Casas de María le pedimos a la Virgen que nos enseñe y nos ayude a querer siempre hacer la voluntad de Dios y a estar disponibles para todo lo que Él nos vaya pidiendo a lo largo de la vida, como hizo la Virgen María.

 

 

Cuando Dios llama a una misión, da las Gracias necesarias para poder cumplirla.

A la Virgen María le hizo Inmaculada -preservada del pecado original- desde el primer momento de su concepción porque le iba a pedir que fuera la made de Jesús, el Hijo de Dios. “Llena de Gracia” es el hombre que le da el ángel Gabriel cuando se presenta a Ella de parte de Dios.Novena de la Inmaculada

Aunque no todos los teólogos lo veían claro, el pueblo de Dios veneraba este privilegio de la Virgen, e incluso en algunos lugares se celebraba litúrgicamente su fiesta, muchos siglos antes de que fuera proclamado el Dogma por el Papa Pio IX, el 8 de diciembre de 1854.

María, que respondió plenamente al don de Dios, es la Llena de Gracia, la Inmaculada, la que nunca tuvo pecado. Esto es lo que celebranos en esta fiesta que es muy importante en la Iglesia y, por supuesto, en las Casas de María. Nosotros, por el Bautismo también hemos sido librados del pecado, por eso debemos imitar a María, que siempre dijo SI a Dios.

 

Evangelio de la Fiesta de la Inmaculada

Lucas 1.26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:

–«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:

–«No temas, Maria, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

Y María dijo al ángel:

–«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

El ángel le contestó:

–«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaba estéril, porque para Dios nada hay imposible.»

María contestó:

–«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»

Y la dejó el ángel. 

 

 

 

 

Hoy es fiesta grande en toda la Iglesia y de manera particular en las Casas de María.La Anunciación del Señor Es fiesta grande en la Iglesia, y debería serlo en el mundo entero, porque en este hecho se unieron el amor de Dios y el amor de una mujer sencilla para salvación de todos los hombres. Dios, que ama al hombre hasta el punto de querer contar con él para realizar sus grandes obras, viene a buscar a María, una joven desposada que no tiene mido a los compromisos, que sabe dejarse complicar la vida por amor. Ella, ante el mensaje que el ángel le trae de parte de Dios, responde consciente y valientemente: HÁGASE. Nosotros, cuando leemos la Palabra de Dios, también queremos decirle al Señor: Hágase en mí según tu Palabra. Por eso cogemos una idea, una frase y sacamos un propósito para vivirlo ese día especialmente, recordando lo que Dios, por medio de su Palabra, nos ha dicho.

Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:

-«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:

-«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

Y María dijo al ángel:

-«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

El ángel le contestó:

-«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»

María contestó:

-«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra. »

Y la dejó el ángel. 

 

María ha recibido por medio del ángel Gabriel el anuncio que traía de parte de Dios, pidiéndole que fuera la madre del Salvador, Jesús, el Hijo de Dios, que concebiría por obra del Espíritu Santo. Pero además el ángel le informa que Isabel, su pariente, ya mayor, también esperaba un hijo a pesar de la edad. Y María no sóloVisitación de María a Isabel dice sí a esa propuesta maravillosa pero difícil, sino que no duda en ponerse en camino para visitar a Isabel y ofrecerle su ayuda. Juntas alaban a Dios por las grandes obras que hace cuando los hombres nos abrimos a la acción del Espíritu Santo.

Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

-«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

María dijo:

-«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.