Evangelio según san Mateo, 4,1-11

Jesús había bajado, como otros muchos, a ser bautizado por Juan donde el Espíritu Santo descendió sobre Él y la voz del Padre lo proclamó como “su Hijo muy amado”.  Impulsado por ese Espíritu se adentra en el desierto: lugar de silencio, durante cuarenta días, el tiempo necesario para elegir entre el bien y el mal. Luego, dejando su pueblo y su familia, comenzará a hablar de Dios, su Padre y recorrerá el país haciendo el bien.

Reflexionamos

¿Te gusta el silencio?

¿Es necesario el silencio? ¿Por qué?

¿Cuáles son los momentos y los lugares de silencio que prefieres?

En la Eucaristía del Domingo lo ofrezco a Dios junto con el pan y el vino.

Evangelio según san Mateo, 17,1-9

Jesús, después de haber recorrido incansablemente ciudades y aldeas enseñando y anunciando con sus palabras y sus signos la llegada del Reino de Dios, va a emprender el camino a Jerusalén donde será crucificado. Quiere que sus amigos comprendan que van a ocurrir cosas importantes, sucesos trágicos y dolorosos que les será difícil comprender y aceptar. Por eso a tres de sus discípulos, que ya han sido testigos exclusivos de otros sucesos, les lleva a una montaña para orar y allí descubren un nuevo rostro de Jesús. No acaban de comprender. Más tarde se acordarán y lo verán todo claro.

Reflexionamos

¿Qué aspecto de Jesús descubren los discípulos?

¿Qué otros signos hizo Jesús para que sus discípulos y la gente pudieran ir conociéndole?

¿Qué signos nos pueden hacer ahora conocer a Jesús?

En la Eucaristía del Domingo lo ofrezco a Dios junto con el pan y el vino.

Evangelio según san Juan 4,5-42

Jesús es hombre y siente cansancio y sed. Pero Jesús también es Dios. Él puede darnos el Agua viva que quita la sed de nuestra alma. Y cuando viene a darnos de esa Agua vine como fue a la samaritana, pidiéndonos aquello poco que nosotros podemos darle y aceptándonos tal como somos. Él sabe lo que hay en nuestro corazón y a pesar de nuestros defectos, nuestros fallos, nuestros pecados nos ama y quiere darnos su Agua: su Vida y su Gracia, de forma que pueda brotar desde lo profundo de nuestro ser y llegue así también a otros, como llegó al resto del pueblo donde vivía la samaritana cuando, asombrada y llena de alegría, fue a decirles que había encontrado al Mesías.

Reflexionamos

Jesús se acerca a ti de muchas maneras, entre otras a través de los que tienes a tu lado y te dan su cariño, o te piden algo, o quizá te corrigen ¿sabes reconocerle?

¿Has pensado alguna vez que Jesús sabe lo que hay en el fondo de ti, lo bueno y lo malo, pero por encima de todo te quiere y desea ayudarte como a la samaritana?

La samaritana ha conocido a Jesús poco a poco conversando con Él ¿Conversas tu con Jesús orando, le escuchas leyendo y escuchando el Evangelio, participando en la Eucaristía y acudiendo al sacramento de la Penitencia?

¿Das a conocer a los demás lo que sabes de Jesús? ¿Les cuentas tu experiencia?

Evangelio según san Juan, 9,1-41

La gente del tiempo de Jesús pensaba que quien sufría alguna desgracia era porque él o sus padres habían pecado. Jesús dice que las cosas no son así, que esa circunstancia, como otras, han de ser causa para que reconozcamos el poder y la acción de Dios.

Entonces unta con barro los ojos del ciego y, como siempre, para que se realice el milagro quiere que la persona manifieste su fe, por eso le manda lavarse los ojos. El hombre recobra la vista tras hacer lo que Jesús le indica.

Pero Jesús no sólo le ha sacado le la oscuridad de su ceguera y le ha hecho posible ver la luz del día, también ha iluminado su alma y cuando con cierta hostilidad le preguntan, el que había sido ciego responde sin dudar: El que me ha curado es un profeta. Mas cuando vuelve a encontrarse con Jesús es capaz de dar un paso más: le reconoce como el Hijo del hombre, como Señor.

Reflexionamos

Cuando recibimos el Bautismo somos sacados de las tinieblas del pecado y recibimos la Luz de Dios, su Vida y su Gracia. ¿Sabes qué día fuiste bautizado? ¿Le das gracias a Dios por haberte dado la fe? ¿Por tu bautismo?

El ciego que ha sido curado por Jesús no se avergüenza de confesarle ¿Y tú? ¿Te avergüenzas de decir que eres cristiano?

Al ciego curado le acosan los enemigos de Jesús, pero Jesús no le deja solo, va a su encuentro, habla con Él y renueva sus fuerzas. También Jesús está cerca de ti cuando te sientes sin fuerzas para ser buen discípulo suyo ¿Cómo puedes encontrarte con Jesús y recobrar fuerzas?

En la Eucaristía del Domingo lo ofrezco a Dios junto con el pan y el vino.

Evangelio según san Juan, 11,1-45

Jesús tiene amigos como los tenemos cada uno de nosotros. Y entre los amigos de Jesús se encuentran tres hermanos que viven en una aldea próxima a Jerusalén llamada Betania, donde solía alojarse Jesús cuando subía a la Ciudad Santa. Le llegan noticias de que su amigo Lázaro, de Betania, está enfermo, pero no acude en seguida.

Cuando llega, como Él mismo les había dicho a sus discípulos, está muerto. Las hermanas le expresan su dolor e incluso, con la confianza de una auténtica amistad, le reprochan que no haya llegado antes para evitarlo. Jesús también llora conmovido la muerte del amigo. A las dos hermanas sólo les pide que tengan fe, les ayuda a avivar su fe en la resurrección futura y también a afianzar su confianza en Él y expresar su convicción de que Jesús es “el que tenía que venir”. La circunstancia es ocasión para un nuevo signo de Jesús  que hará que muchos otros crean en Él.

Reflexionamos

Las hermanas de Betania mandan recado a Jesús cuando ven la gravedad de la enfermedad de su hermano ¿acudes tú a Jesús cuando tienes dificultades?

Marta y María no ocultan a Jesús sus sentimientos, pero aunque no entienden por qué no llegó antes, siguen amándole y confiando en Él. ¿Sigues queriendo a Jesús y confiando en Él cuando las cosas no te van bien y te parece que Jesús no escucha tu oración?

Quizá haya muerto alguno de tus abuelos u otras personas a las que tú querías ¿Crees, como Marta, que resucitarán, que aunque hayan muerto viven para siempre con Dios? ¿Piensas que también tú, que crees en Jesús, vivirás también un día con Él en el cielo?

En la Eucaristía del Domingo lo ofrezco a Dios junto con el pan y el vino.