La Palabra de Dios
El lugar privilegiado en el que resuena la Palabra de Dios, que edifica la Iglesia, es sin duda la liturgia.
En la liturgia se pone de manifiesto que la Biblia es el libro de un pueblo y para un pueblo; una herencia, un testamento entregado a los lectores, para que actualicen en su vida la historia de la salvación testimoniada en lo escrito.
Saber leer la Biblia
Lo primero que hemos de tener presente es que la lectura de la Palabra de Dios no puede ser como otra lectura cualquiera, la de un libro, de una revista o la de la prensa diaria. En la Biblia es Dios quien nos habla, esta realidad nunca hemos de perderla de nuestra conciencia.
Escuchar a un Dios que habla
Cada día debemos escuchar la Palabra limpia de Dios para no dejarnos aturdir por las voces, los gritos y las ambiciones… Aunque sólo la comprenderán quienes se acerquen a ella por la fe, quienes la reciban con humildad, quienes la guarden y mediten en su corazón, como María la guardaba y la meditaba.
La Palabra, enseñanza para escuchar y vivir.
La Palabra de Dios no es «una historieta» para leer, sino una enseñanza que hay que escuchar con el corazón y poner en práctica en la vida diaria. Un compromiso accesible a todos, porque «escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica» son las únicas dos «condiciones» que Jesús pide a quien quiere seguirlo.