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La Biblia

4.- Antiguo Testamento

4.4. Hechos fundamentales del Antiguo Testamento

En la base de todos los libros del Antiguo Testamento están los hechos fundamentales de la Historia de Israel. Aquellos hechos que les han constituido como pueblo y que son como los hitos a través de los cuales han ido descubriendo al Dios con el que hacen Alianza.

Por ello es esencial conocer tales hechos que fueron transmitidos por viejas tradiciones a veces mezcladas con la leyenda, posteriormente repensadas a la luz de los nuevos acontecimientos y puestos por escrito a varios siglos de distancia de los hechos que relatan.

4.4.1. Los Patriarcas 

Los Patriarcas son los antepasados seminómadas procedentes de Mesopotamia en los que Israel descubre sus orígenes. Su historia se relata en el libro del Génesis a partir del capítulo 12.

El principal de los Patriarcas es Abraham a quien todos los clanes reconocen como tronco común. Abraham procede de un clan politeísta pero descubre a un Dios desconocido que se le revela. Abraham confía en ese Dios que le promete una descendencia numerosa y una tierra y con Él hace un pacto. Abraham, movido por la fe, se pone en camino hacia esa tierra desconocida, pero más importante que su camino material es su itinerario espiritual: su fe en ese Dios que se le ha revelado, en cuyas manos se pone y sigue el camino que le va marcando sin preguntar por qué.

En la descendencia del hijo de la promesa, padre de Jacob, que con su hijos emigra a Egipto, encuentra Israel el origen de las tribus que componen el pueblo que posteriormente se constituyó.

En la historia de Abraham y de los Patriarcas aparecen los elementos esenciales de la historia y de la religión de Israel: Elección, promesa, alianza y tierra.

La historia de los Patriarcas de Israel sólo está recogida en la Biblia, pero el tiempo que refleja es perfectamente identificable con la fecha en que se data, aproximadamente la época de Hamurabi de Babilonia (1792-1759 aC).

4.4.2. El Éxodo 

El éxodo es el hecho fundamental para la Historia de Israel y en el cual sitúa su nacimiento como pueblo. Este hecho liberador, narrado en los libros del Éxodo y Números, es la clave de la historia de la religión de Israel. Sucedió en la segunda mitad del siglo XIII aC, después de más de 400 años, de los que no hay noticia alguna, desde la bajada del clan de Jacob a Egipto.

Según la interpretación de estos libros, Yahveh, que se revela a Moisés como el Dios de los Padres con lo cual los redactores quieren dar continuidad a la revelación primitiva, los israelitas vivían esclavizados en Egipto y les liberó con mano poderosa en la noche del primer plenilunio de primavera.

Constituyen este hecho:

La Revelación de Moisés a Yahveh (Origen del Yahvismo) que le encomienda a Moisés la misión de liberar a su pueblo (Ex 3-4). Y las dificultades de la misión (Ex 6-11)

♦ La Pascua y Salida de Egipto (Ex 12-13)

♦ La Alianza de Yahveh con Israel en el Sinaí (Ex 19-24)

♦ El santuario del desierto que materializa la presencia de Yahveh (Ex 25-35)

 La larga marcha hacia la Tierra Prometida a través del desierto con rebeliones, castigos, cansancio...

Sus protagonistas principales son Yahveh e Israel y secundarios, Moisés y el faraón

En cuanto a la ruta, aunque el texto da nombres y lugares de acampada, es difícil trazar el itinerario seguido. Los hitos principales serían el Mar de las Cañas, el Sinaí y el Oasis de Kadés.

No hay que olvidar, al leer estos relatos, que no se entiende la Historia en el sentido que hoy damos al término, sino que los hechos son vistos ante todo con una perspectiva y finalidad religiosas, por ello se presentan bajo la luz de lo maravilloso, con una constante intervención de Yahveh, pero sin negar las reacciones paradójicas del pueblo. Todo ello para poner de manifiesto que Israel tiene conciencia de haber sido elegido por Yahveh por puro amor, que lo ha liberado portentosamente de la opresión, ha hecho con él una alianza y lo ha conducido a la tierra que había prometido a sus antepasados.

El Éxodo es constante referencia en el esfuerzo por mantener la fidelidad a su fe. Los profetas lo consideran como la edad ideal de Israel, el tiempo de su noviazgo con Dios.

4.4.3. Penetración en Canaán 

Está descrita en los libros de Josué y Jueces y se fecha en torno a 1200-1000 aC.

Según el relato del libro de Josué, es el cumplimiento de la finalidad del Éxodo: ocupar la tierra que Yahveh les había prometido. En este libro no faltan los hechos prodigiosos y parece que los israelitas ocupan todo el territorio.

Sin embargo, el libro de los Jueces presenta una penetración lenta y difícil donde los clanes hebreos que han hecho el éxodo ocupan sólo las montañas desguarnecidas, están, con frecuencia, a merced de los filisteos y otros pueblos, surgiendo personajes carismáticos que ocasionalmente los liberan o les llevan a conseguir alguna conquista. Asimismo deja patente la precaria cohesión de las tribus.

En el libro de los Jueces está presente la teología que posteriormente se repetirá: el pueblo peca apartándose de Yahveh que les castiga sometiéndolos a otro pueblo hasta que se decide liberarlos por medio de un personaje carismático, cuya conducta personal no suele ser modélica, lo cual subraya que el único que salva y libera siempre es Yahaveh movido por el amor a su pueblo y no por los méritos de éste.

4.4.4. Monarquía

Este periodo se recoge en 1-2 Samuel y en 1-2 Reyes y abarca desde el año 1000 aC aproximadamente hasta el 586 aC.

El sistema de los jueces había fracasado y sintieron la necesidad de tener un rey como los demás pueblos. Sin embargo tampoco parece que los autores de estos libros estuvieran convencidos de que este sistema fuera bueno. De muchos de los reyes se dice que actuaron mal ante los ojos de Yahveh. Destaca David, que ha quedado como el prototipo de rey ideal. Bajo su reinado se consiguió la unidad de las tribus, mantenida por su hijo Salomón, y el reino alcanzó su mayor extensión.

Pero ya con Salomón la monarquía entra en decadencia poniéndose de manifiesto la poca solidez de los lazos que unían a las tribus. A la muerte de éste, el reino se divide en dos, el del Norte o Israel con diez tribus, bajo Jeroboam y el del Sur o Judá, con una sola tribu, regido por Roboam.

El reino del Norte fue conquistado por los asirios en el año 721 aC, desapareciendo sus tribus.

El del Sur fue conquistado por los Babilonios que deportaron a su población en 597 y 586 aC, pero Judá pudo regresar y reconstruirse, aunque no como reino sino como comunidad de fe.

La historia de la monarquía encierra una importante lección: por un lado que las clases dirigentes, políticas o religiosas, suelen caer en los pecados que denuncian los profetas: injusticias sociales, inmoralidad sexual, idolatría, sincretismo... arrastrando tras de sí a los pueblos, lo que hace inevitable el castigo, y, por otro, que la salvación llega por un pequeño resto que permanece fiel al Dios.

4.4.5. Exilio de Babilonia 
Durante el exilio comienza un periodo de renovación espiritual, por la acción de los profetas Jeremías, Ezequiel y segundo Isaías, y también de actividad cultural que culminará cien años después con la reforma de Edras y Nehemías (s. V aC), con la cual puede decirse que nace el Judaísmo.

Por influencia del profeta Ezequiel, los exiliados descubren que Yahveh también marchó con ellos, empiezan a reunirse en grupos donde reviven y renuevan sus tradiciones, recuerdan las causas de sus males, oran... Así nace la sinagoga.

Los deportados pudieron volver por el edicto de libertad dado por Ciro el Grande (538 aC), cuando sus tropas de medos y persas conquistaron Babilonia. Los que regresaron renuncian a toda idea de volver a ser un estado político y se constituyen como comunidad de fe dirigida por sus jefes religiosos, siendo Judá parte de una satrapía persa.

4.4.6. Periodo persa y griego 

A partir del regreso del exilio, Israel pierde toda importancia política pero desarrolla una profunda labor cultural y espiritual. Ha renunciado definitivamente a la tentación de los dioses y afirma su fidelidad a Yahveh. En este tiempo se redactaron definitivamente muchos libros del Antiguo Testamento y aparecen otros nuevos.

Asimismo aparece una nueva clase de hombres, los sabios, que toman el relevo de los profetas en la tarea de educar y dirigir al pueblo.