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Fiestas y celebraciones

En este día celebramos la fiesta de estos dos grandes apóstoles: San Pedro, a quien Jesús le hizo jefe de su Iglesia, como roca que aportara la firmeza del testimonio de quienes convivieron con Él durante su vida terrena; San Pablo, artífice de la expansión de la Iglesia en el mundo grecorromano. Los dos de corazón ardiente, abiertos a la gracia y la fuerza del Espíritu Santo, y llenos de gratitud y amor por Jesús, el Maestro y el Señor, a quien entregaron su vida con generosidad.

En este día toda la Iglesia reza en especial por el sucesor de San Pedro: el Papa, que tiene la misión de velar por la firmeza y la integridad de la fe, cuidar como buen pastor del Pueblo de Dios y llevar a todo el mundo incansable, como Pablo, el anuncio del Evangelio, la Buena Noticia de que Jesús ha muerto y resucitado para mostrarnos el inmenso amor de Dios a todos los hombres y hacer posible que vivamos como hermanos y todos gocemos con Él un día en el Cielo.

Segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18

Querido hermano:

Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.

El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. 

Mateo 16, 13-19

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

-«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Ellos contestaron:

-«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les preguntó:

-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

Jesús le respondió:

-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.

Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».

  

 

La Iglesia desde tiempos antiguos celebra a los santos ángeles custodios, que son aquellos que a cada persona le da Dios para que cuide de ella en su vida terrena y le guíe hacia el cielo, donde Dios quiere reunirnos a todos.

El Ángel de la Guarda que nos acompaña en nuestra vida es una muestra más del amor que Dios nos tiene y de su personal providencia para cada uno de nosotros.

Muchos santos han tenido una especial devoción por los Ángeles de la Guarda, por ejemplo, San Bernardo exhortaba a respetar su presencia, agradecer sus favores y confiar en su ayuda.

Podemos acudir a él rezando esta oración:

«Ángel de mi guarda, dulce compañía,

no me desampares ni de noche ni de día,

no me dejes solo que me perdería».

 

El Evangelio de la Fiesta de los Ángeles Custodios

Mateo 18, 1-5. 10

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

«¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?».

Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:

«En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge en mí.

Cuidado con despreciar a uno estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial».

La fiesta de Todos los Santos, que celebramos el día 1 de noviembre, es una gran fiesta de LUZ y de VIDA.

En esta fiesta celebramos el triunfo de todos los que guardaron su fe en Jesucristo Resucitado y ahora viven con Dios para siempre. En esta fiesta todo es alegría y paz.

Es la fiesta de nuestros abuelos y padres que nos trasmitieron el precioso tesoro de la fe y ya no están con nosotros, porque hace más o menos tiempo partieron hacia la Casa del Padre. De todos aquellos de cuyo cariño gozamos en la tierra y nos siguen amando desde el cielo.

Es la fiesta de nuestra esperanza porque también nosotros, conforme a la promesa de Jesús, creemos que participaremos de su compañía en la casa del Padre y para ello cada día procuramos seguir el camino que Él nos muestra con su Palabra y con su Vida, el Camino que es el mismo Jesús.

 

Evangelio de la Fiesta de Todos los Santos

Mateo 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

 

 

Si hoy participamos en la Eucaristía, con un poquito de ceniza nos marcaran en la frente la señal de la cruz. Esto quiere decir que al empezar la cuaresma estamos dispuestos a reconocer nuestros pecados, arrepentirnos de ellos y cambiar de vida.

La ceniza es en la Biblia signo de conversión. La que se nos impone este día procede de haber quemado los ramos de olivo bendecidos el Domingo de Ramos del año anterior. Con este signo iniciamos la cuaresma

La cuaresma es tiempo de conversión, de intensificar nuestra oración acompañada de sacrificios que nos acerquen más a Dios, de ayudar más a los demás, para así prepararnos a celebrar la fiesta mas importante de los Cristianos: La Pascua, la Muerte y Resurrección de Jesús, por la que hemos sido liberados del pecado.

En el Evangelio del Miércoles de Ceniza Jesús nos enseña como debemos hacer nuestra oración y nuestros sacrificios, nuestra ayuda a todos.

 

El evangelio del miércoles de Ceniza

Mateo 6, 1-6.16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.»