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La Biblia

4.- Antiguo Testamento

4.5. Los grandes temas

En la Biblia no encontramos una teología sistemática, una exposición ordenada de verdades relacionadas con Dios, el hombre y el mundo, pero sí datos fundamentales que muestran el concepto que Israel tiene de Dios, el hombre y el mundo, de sí mismo como pueblo, del pecado, la salvación, etc. Conceptos cuya evolución queda reflejada en los libros del Antiguo Testamento.

4.5.1. Dios

Porque en la Biblia no encontramos teología en el sentido actual de la palabra, tampoco encontramos una definición de Dios o la demostración de su existencia. Se admite sin más. Es por medio de los acontecimientos como Israel conoce a su Dios y tiene certeza de su presencia y de su actividad salvadora a favor de su pueblo.

Yahveh es el único Dios a quien Israel ha de adorar y servir, porque es su Dios (Dt 7,6-8) que por su parte ha de protegerles. Este concepto era general en todos los pueblos del Oriente Medio Antiguo, pero Israel se diferencia de los demás en que no tiene más que un Dios, frente al politeísmo de las otras religiones que muchas veces identifican sus dioses con las fuerzas y fenómenos de la naturaleza. El de Israel es un Dios trascendente por encima de todas esas fuerzas y fenómenos naturales (Dt 4,15-19). Israel tiene prohibido construirse imágenes de seres como dioses. Yahveh es un Dios al que no se le puede representar (Ex 20,4.23; 34,17; Dt 5,8-9).

Este Dios de Israel en principio es un Dios tribal, el Dios del clan seminómada de Abraham a quien se revela y con quien hace un pacto y le promete una descendencia y una tierra. Con el éxodo pasa a ser el Dios de un pueblo, que al penetrar en Canaán y sedentarizarse, por influencia de las concepciones locales, se convierte en el Dios de una tierra, que habita en Israel y en el Templo de Jerusalén. Mas cuando han de marchar al exilio, por influencia de los profetas, descubren que Yahveh ha marchado también con ellos, que no abandona a su pueblo y es fiel a sus promesas que a su tiempo se cumplirán.

En cuanto a cómo es ese Dios se percibe asimismo en la Biblia una evolución. En una concepción más primitiva el Dios bíblico presenta una cara terrible y aparece con los sentimientos que caracterizan a cualquier hombre: lo mismo alegría ( Gn 1,21; Nh 8,10; Sal 104,31) que disgusto (Gn 6,6) o ira (Gn 6,7.13; Ex 32,10; Num 12,9), deseo de venganza (Ex 32,33; Dt 7,10) o arrepentimiento (Gn,6,6; Ex 32,14 ). Es un Dios celoso (Ex 34,14; Dt 4,24) y temible (Ex 20,5; Dt 7,9), que ordena el extermino de los pueblos enemigos (Dt 7,2) y endurece el corazón de los hombres para luego castigarlos (Ex 73,9.12) a fin de mostrar su poder. Un Dios al que no se puede ver sin morir (Gn 32,31; Ex 20,19; Ex 33,20). Aunque Yahveh, el Dios de Israel, se presenta como superior, puede coexistir con otros dioses propios de otros pueblos (Ex 18,11; Dt 4,7; Dt 6,14).

En una concepción más evolucionada y purificada, a lo que contribuyen los profetas, el Dios bíblico presenta una cara fascinante opuesta a la anterior. Es el Dios creador y dueño de cuanto existe (Is 66,2), que está presente en todas partes (Am 9,6). El Dios justo, misericordioso y santo (Lv 9,2), fiel a su palabra. El Dios trascendente pero al mismo tiempo próximo a su pueblo, un Dios cercano (Dt 4,7), presente en medio de él, que le ama gratuitamente (Os 14,5) con amor de Padre (Os 11,1). El Esposo de Israel (Os 2,16-22).

Poco a poco van descubriendo a su Dios como un Dios viviente (Dt 5,26; Jr 10,10) frente a los dioses de los otros pueblos que son obra de manos humanas, seres inertes que ni ven ni oyen ni olfatean... (Dt 4,28; Is 44,6ss; Jr 10,1-9; Sal135,15-17). Un Dios que acoge a cualquier hombre de cualquier pueblo y condición social (Is 56,3-7), que llegará a ser el Dios de Egipto y Asiria (Is 19,21-25), que dispone también el destino de otros pueblos (Am 9,7) y se compadece incluso de aquellos que son el prototipo de los enemigos de Israel (Jon 4,11).

Leyendo los libros del Antiguo Testamento encontramos diversos nombres de Dios. Los más habituales son Elohim y Yahveh que suelen traducirse por Dios y Señor, respectivamente. Yahveh es el nombre revelado a Moisés, el nombre propio del Dios de Israel, nombre impronunciable para un judío por su santidad y el respeto que se debe a Dios, por ello en su lugar se lee Adonay.

4.5.2. Pueblo

Históricamente no puede hablarse de un pueblo israelita antes de su asentamiento en Canaán (1.200 aC).

Existían grupos tribales, con diferentes trayectorias, y uno de ellos, Efraín, aparece como catalizador. A él están vinculadas las principales tradiciones que los otros grupos aceptan aportando a su vez las suyas. Aquellas tribus a las que se unen otros grupos de egipcios, madianitas, edomitas, cananeos, hititas, amorreos, etc. van formando el pueblo de Israel a través de un proceso complejo que no cesó hasta las leyes sobre la pureza de sangre que implantó Esdras (Esd 9,2). Pero este pueblo no es una raza, sino que con otros pueblos de la zona pertenece a la raza semita, originaria, al parecer, de Arabia.

Israel se considera el pueblo por antonomasia, frente a los gentiles (no-pueblo), elegido por Yahveh que hizo con él una alianza y le dio una tierra. Esta idea perdura aun cuando Israel llega a un concepto más evolucionado de Dios.

4.5.3. Elección

Israel tiene conciencia de haber sido elegido por Yahveh entre los demás pueblos (Ex 6,7; 19,8; Dt 26,17ss). Esta elección es gratuita (Dt 7,7-10) y amorosa (Dt 7,6), no depende de méritos anteriores del pueblo (Dt 7,7-8; 4,37; 8,17; 9,5). Por ella Israel es el Pueblo de Yahveh (2 Sam 14,13) como otros pueblos lo son de su dios (Nm 21,29), le pertenece en propiedad (Dt 12,2), es su herencia (Dt 4,20).

El origen de esta elección según algunos textos (Gn 12,1-3; Jos 24,3) proviene de la elección de Abraham, pero otra tradición, de origen profético, sitúa la elección en el éxodo (Ex 3, 7-10; Dt 5,21-23). En la literatura judía posterior acaba por imponerse la elección en Abraham y así se recoge en el Nuevo Testamento (Jn 8,33-39; Mt 3,9; Rm 4,1).

Esa elección supone bendición, promesa, protección pero también responsabilidades: reconocer a Yahveh como su único Dios, guardar su alianza, extender el conocimiento de su nombre, etc.

Estas dos vertientes de la elección son interpretadas de manera diversa. Una, correspondiente a la teología nacional de los dirigentes religiosos y políticos e incluso para el pueblo, la consideraban exigencia de total protección por parte de Dios, independientemente del comportamiento del pueblo y sus dirigentes. Sin embargo, para los profetas es exigencia de fidelidad a la alianza y obligación de guardar su código por parte del pueblo y de los dirigentes.

Como consecuencia de la evolución del concepto de Dios y de la purificación de la religión de Israel que se produce por influjo de los profetas, encontramos que algunos libros de la Biblia hablan de otras elecciones por parte del mismo Dios que ha elegido a Israel. Por ejemplo, en el libro de Amós (Am 9,7) o Isaías (Is 19,25).

4.5.4. Alianza

Es un concepto común a todos los pueblos del Oriente Medio Antiguo. El dios elige a un pueblo que se convierte en “su” pueblo y con el que hace alianza por la cual el dios protege a ese pueblo y el pueblo adquiere un compromiso de fidelidad con el dios al que dará culto.

La religión de Israel se centra en esa alianza (Ex 34,10.16) o pacto que Yahveh hace con su Pueblo por la cual se convierte en su propiedad particular (Ex 19,5). Esta alianza tiene similitud en muchos de sus elementos con los pactos políticos corrientes en el Oriente Medio Antiguo que se hacían conforme a un ritual en el que había sacrificio, imprecaciones, erección de un memorial, banquete sagrado (Gn 15,9ss; Ex 24,4ss).

Hubo alianzas anteriores como la de Noé y la de Abraham, pero la Alianza por excelencia es la del Sinaí cuyos elementos son la promesa (Ex 19), el decálogo (Ex 20), el código de la alianza (Ex 22-23), ratificación y banquete sagrado (Ex 24,1-11).

Israel no sólo recordará constantemente esta alianza, sino que la renovará sobre todo en los momentos cruciales de su historia: en los llanos de Moab (Dt 28,69), en Sikem (Jos 24), más tarde cuando el rey Josías emprende la reforma religiosa y política de Judá (2 Re 22) y a la vuelta del Exilio (Neh 10,1-30). Porque la alianza no es algo estático, sino un compromiso que debe asumir cada generación.

La alianza tiene unas exigencias:

♦ Para Dios,

proteger a su pueblo.

♦ Para el pueblo

Ser el pueblo de Yahveh (Ex 19,6) por lo tanto al único que han de dar culto.

Cumplir el código de la alianza (Ex 21-23) cuyo resumen es el decálogo (Ex 20).

Ser un pueblo de sacerdotes en medio de los demás pueblos (Ex 10,6) y una Nación Santa (Ex 19,6).

Para los profetas la alianza es irrevocable, aunque también se habla de una alianza nueva, por la que el pueblo será definitivamente libre.

4.5.5. Promesa

En la Biblia, como en los pactos del Oriente Medio Antiguo, las promesas están vinculadas a la Alianza.

En la Alianza con Abraham la promesa es una descendencia numerosa, una tierra y una bendición. En el Deuteronomio la promesa de la tierra adquiere primacía. Con David las promesas anteriores son sustituidas por la de la permanencia en el trono de su descendencia. Si se refirieren al pueblo se trata de abundancia de bienes y prosperidad material pero unidas a la fidelidad en el cumplimento de la Ley.

Todas las promesas bíblicas tienen como constante que Dios siempre es fiel a su palabra aunque el pueblo no corresponda al pacto (Lv 26,40-42; Dt 4,31; 30, 1-5).

4.5.6. Tierra

En la conciencia de Israel, la tierra que habitaba era un don de Yahveh, su Dios (Jos 24,13), en virtud de las promesas hechas a sus antepasados (Gn 12,1.7; Ex 6,8).

Es la tierra que recorrieron los Patriarcas en sus desplazamientos, Canaán (Gn 15,7.18-19), a quienes les fue prometida bajo juramento por Yahveh y entregada a Israel (Dt 1,8.38...) para que pudiera cumplir la Alianza (Dt 12,1).

La tierra es un don gratuito de Yahveh que deben agradecer, pues no les ha sido dada porque lo merecieran (Dt 9,6). Yahveh, el dueño de toda la tierra (Sal 24,1), ha dado su heredad a Israel, su siervo (Sal 135,10-12), por su eterna misericordia para con su pueblo (Sal 136,17-22).

Pero es un don que exige fidelidad (Dt 30,16-20). Su posesión está vinculada a la observancia de la Alianza por el Pueblo (Dt 4,25-25; Dt 8,6-11; Jos 23,16) que ha de dar culto a Yahveh y rechazar cualquier culto a otros dioses. En caso de incumplimiento será expulsado de ella como lo fueron los anteriores poseedores (Dt 28,15.36). Mas si se arrepiente de sus pecados podrá instalarse en ella de nuevo porque siempre será la Tierra prometida (Jr 25,5).

Por esta tierra participaran en la salvación las demás naciones y Jerusalén será el centro del mundo (Is 2,2ss).

Esa tierra material adquiere con los profetas un sentido escatológico y se convierte en símbolo del Reino de Dios y del mundo que ha de venir.